Sínodo amazónico

En el discurso de clausura del sínodo para la región panamazónica (Roma, 6-27 de octubre último) el papa Francisco pidió a los medios de comunicación “un favor”: que en la difusión que hicieran del documento final aprobado se detuviesen más en los diagnósticos hechos a lo largo de las sesiones de trabajo que en las cuestiones intraeclesiásticas, organizativas. El cuerpo del cónclave –reiteró- son las evaluaciones sobre la propia realidad amazónica en las cuatro grandes dimensiones analizadas: cultural, social, pastoral y ecológica.

Mucho me temo que no le van a hacer mayor caso, porque inevitablemente la atención mediática y de la opinión pública ha sido casi en exclusiva monopolizada por dos grandes novedades organizativas: la propuesta de ordenación sacerdotal de hombres casados, “idóneos y reconocidos de la comunidad” que hayan sido diáconos permanentes, y el diaconado permanente para la mujer. 

Las dos ya fueron las cuestiones más debatidas en el aula sinodal y las que en el escrutinio final del texto obtuvieron mayor número de “non placet” o votos negativos: 41 “noes” frente a 128 “síes” en la primera, y 30 frente a 137 en la segunda de ellas. Esto es, uno por cada tres/cuatro. La tercera más cuestionada, aunque en menor medida, fue la referida al rito amazónico: 29/140. 

Llegados aquí, tal vez sea útil recordar que la Amazonía es un inmenso territorio de casi ocho millones de kilómetros cuadrados (catorce veces España) y poblado por 34 millones de personas, incluidos tres millones de indígenas. Son 390 etnias que hablan 240 idiomas diferentes, sin contar los 130  pueblos en aislamiento voluntario (PIAV) que siguen sin tener contacto con el mundo exterior.  

Gran parte está localizada en Brasil, pero abarca también territorio de otros ocho países, cuales son Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador y las tres Guayana. Ello da fe de lo difícil que resulta conocer la  dimensión de los muchos y graves problemas que afronta., así como establecer las alternativas pastorales adecuadas. 

La Iglesia católica está presente en la Amazonía desde el siglo XVII, especialmente a través de los misioneros jesuitas. Aquel fue el arranque de la implantación del catolicismo en la mayor parte de la región. Pero los tiempos han cambiado notablemente a raíz de la fuerte ofensiva desplegada allí, al igual que en toda Latinoamérica, por las Iglesias evangélicas. 

El documento final no es decisorio todavía, porque las propuestas, recomendaciones o puntos aprobados habrán de pasar por la mesa del papa para que en su exhortación postsinodal ponga una última palabra que “puede hacer bien”, según él mismo dijo. 

De momento, ya ha adelantado su impresión de que en lo relativo a la presencia y la hora de la mujer –puntos 99 a 103- el texto se ha quedado “corto”.   A su juicio, el papel de la mujer en la Iglesia ha de ir mucho más allá de la pura funcionalidad.

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