Sí, pero no

Es la fórmula híbrida a la que Ana Pastor viene recurriendo para mantener en el Diario de Sesiones (DS) todo lo sucedido en los plenos,  pero  dejando al tiempo constancia del reproche como presidenta de la Cámara  a las “ofensas referidas” por el orador de turno, si es que éste no las retira por propia iniciativa. 
Así pues y de acuerdo con lo permitido por el reglamento del Congreso, las expresiones en cuestión no desaparecen materialmente, sino que solo resultan “retiradas” formalmente, tal como se hace constar en indicación tipográfica y en una nota a pie de página. Lo dicho: sí, pero no. Resulta un poco atípico y hasta hipócrita, pero de esta manera al menos historiadores y cronistas podrán seguir fiándose del DS como fuente de primera mano para sus trabajos y a la vez tener constancia del ambiente parlamentario transcurrido. 
No fue el miércoles la primera vez que así aconteció, en la broca sesión de control  al Gobierno, con Rafael Rufián como protagonista al igual que casi siempre. A este personaje se le ha permitido demasiado en plenos y sesiones de todo tipo no sólo en sus expresiones verbales, sino también en sus modales  y vestimentas provocadoras. Ha venido haciendo lo que le daba en gana y la presidenta se ha hartado de él. Ya estaba suficientemente hastiada antes buena parte de la cámara.
Con todo, en esta ocasión sólo las expresiones de “golpista” y “fascista” han sido “retiradas”. ¿Éstas pueden considerarse ofensas, tal como lo hubiera permitido el reglamento? Más bien, no. Pero el tumulto suscitado en el curso de la desaforada arremetida del representante de Esquerra Republicana  contra Josep Borrell le sirvió a la señora Pastor para echar a los diputados todos el pequeño y no muy brillante sermón que llevaba in mente. “No voy a permitir –concluyó entre disgustada y enojada– que cosas como las que han ocurrido esta mañana vuelvan a ocurrir en el hemiciclo”. Difícil, me parece, lo va a tener. 
El titular de Exteriores reaccionó con serenidad y contundencia, aunque no quedó claro si el escupitajo de marras fue amago, realidad o mera impresión. Una digna actitud que contrastó con la de otros compañeros de gabinete, que por lo que se ve tienen una piel política muy fina. Lo digo por los golpes bajos de tipo personal que un peligroso personaje cual es la ministra de Justicia, Dolores Delgado, reprobada hasta por el Congreso, propinó al popular Rafael Hernando, que tampoco se había quedado manco en sus requerimientos de dimisión.
Y en este ambiente  tampoco pasó inadvertido el enfado con que el titular de Interior, Grande-Marlaska, concluyó su respuesta a una comedida intervención de la popular María Mar Blanco sobre la dignificación de la memoria de las víctimas del terrorismo. Entre unos y otros, nunca los micrófonos del banco azul han sufrido, cuando han de cerrar,  tantos manotazos.

Sí, pero no

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