En el fragor de las turbulencias aquí padecidas para la formación del Gobierno que habría de salir de las elecciones generales de abril, en Bruselas la presidenta electa de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, armaba un Ejecutivo y un colegio de comisarios donde van a convivir personalidades de diferentes edades y pasaportes que cubren todo el espectro político y geográfico: desde la derecha nacionalista el Este hasta el socialismo mediterráneo, pasando por el liberalismo escandinavo y el estatismo franco-alemán.
Y aunque con un procedimiento de gestación muy diferente, en Italia ha tenido lugar en cuestión semanas otra relevante convergencia política. En este caso, una inédita alianza gubernamental entre los antisistema del Movimiento 5 Estrellas (M5S) y los ex comunistas del Partido Demócrata (PD), presidida por segunda vez por el profesor Giuseppe Conte. Ha evitado repetir elecciones, cuenta con el aval de Europa y de los mercados y ha dejado fuera de juego –de momento- al temido líder de la Liga y polémico ex ministro del Interior, Matteo Salvini.
Este segundo Conte ha traído consigo una nueva retórica europeísta; un realista propósito parece que decidido de devolver a Italia al centro de la Unión Europea; un giro total en este terreno después de tantos y tan sonoros reproches, protagonizados algunos por él mismo. Políticamente es otra Italia.
Los compañeros que ha elegido para esta su segunda estancia en el histórico Palazzo Chigi, han sido vistos en Bruselas como una señal inequívoca del cambio habido. Si sólo hace unas semanas en la capital comunitaria se temía que Roma designara un candidato problemático para comisario, no ha sido así y la presidenta Von der Leyen ha correspondido situando en la importante cartera de Asuntos Económicos a uno de los hombres fuertes del PD: el ex primer ministro Paolo Gentiloni, 64 años, periodista y político con dotes para la mediación, virtud muy apreciada en la UE.
A cambio, el Gobierno Conte II pide a Europa solidaridad para afrontar conjuntamente la crisis migratoria. Aboga por un enfoque estructural y no de emergencias y tiene como objetivo urgente enfriar el tema y rebajar el peso mediático de la llegada de emigrantes.
Al tiempo ha abierto los puertos a las ONG que recogen náufragos, o como quiera llamárselos, frente a la costa libia y ha iniciado una negociación con Bruselas para gestionar a nivel europeo las repatriaciones y para fijar un sistema de reparto automático de los llegados que evite situaciones como las vividas hasta ahora.
Con la pretendida revisión de las leyes Salvini al respecto, el Gobierno busca una política de “rostro más humano”. Sin duda le ayudará en ello la nueva ministra del Interior, la técnico funcionaria de carrera Luciana Lamorgese, 66 años, con gran capacidad –dicen- para gestionar situaciones críticas y que es vista como la antítesis de su antecesor, el incendiario dirigente de la Liga.