Hace diez años

El martes se cumplieron, en efecto, diez años de aquella tensa sesión del Congreso en la que el entonces presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, hubo de rectificar toda la política económica y social llevada a cabo desde que accedió al poder en abril de 2004. 
Aquel día el jefe del Ejecutivo socialista anunció la congelación de las pensiones, la reducción de un 5 por ciento de los sueldos en el sector público, la congelación de los mismos en el año siguiente, la reducción del gasto farmacéutico, la eliminación de los llamados “cheques bebé” y la supresión y/o aplazamiento de inversiones. 

El Gobierno ponía así en marcha el mayor ajuste del gasto público (15.000 millones de euros) habido en las tres décadas anteriores y, con él, los célebres y cuestionados recortes. Por un solo voto de diferencia salió adelante el enorme giro propuesto.  Entre ellos, el que desde su escaño como diputado socialista emitió el hoy presidente Pedro Sánchez.

Y es que tras dos años de durísima crisis económica y social España había alcanzado un 20 por ciento de paro, un déficit público incontrolado y un sistema financiero que se tambaleaba por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Por su parte, la Unión Europea había anunciado cinco días antes el rescate de Grecia y estudiaba  la intervención de Irlanda y Portugal, que llegarían poco  después.  

España e Italia, dos de las economías más fuertes de la zona, bordeaban el abismo. Hasta el presidente norteamericano Barack Obama hubo de intervenir, telefonear a Zapatero y apremiarlo a cambiar de rumbo. A éste no le quedó otra que reconsiderar a fondo. 

Cuando por rotunda mayoría absoluta ganó las elecciones de finales de 2011, Mariano Rajoy se encontró con un Estado prácticamente en quiebra: un agujero de 80.000 millones de euros en las cuentas públicas. Y tuvo de  hacer frente a la situación haciendo lo contrario de lo prometido en su programa electoral: entre otras medidas, subir impuestos en lugar de bajarlos.  

Los recortes de aquel comienzo de mandato fueron, pues,  consecuencia inevitable de la desastrosa herencia recibida. Conviene no olvidarlo cuando todavía hoy el PSOE pretende eludir responsabilidades y cargar culpas sobre espaldas ajenas y –cómo no- sobre el Partido Popular. 

El futuro que se abría ante el nuevo Gobierno era cualquier cosa menos halagüeño: reducción del déficit público, reestructuración del sistema financiero, reforma laboral y decisión de no pedir  el rescate a los temidos “hombres de negro” de la “troika” CE, BCE y FMI.  Cada una de esas piezas fue imprescindible para salir de la crisis y para poder hacerlo con instrumentos propios, como así fue.  

Quienes han recordado tales efemérides se preguntaban estos días si ante el panorama que nos espera Pedro Sánchez no tendrá que votar de nuevo importantes recortes, en este caso propuestos por él mismo. Porque visto, como digo, lo que se avecina, no le quedará más remedio. 

Hace diez años

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