¿Elecciones ya?

Doscientos siete artículos y diez disposiciones de diverso rango tiene el reglamento del Congreso de los Diputados. O mejor dicho, tenía. Y hablo en pasado porque Ana Pastor se empeña en añadir al texto uno nuevo: la facultad que como presidenta de la Cámara le competería para dar por retiradas del Diario de Sesiones lo que ella pueda entender como “ofensas” proferidas en el curso de los debates. 
Cierto es que el artículo 104.3 del reglamento contempla esa posibilidad, pero siempre y cuando el diputado de turno hubiera sido llamado al orden tres veces en una misma sesión y, en su caso, sancionado con la no asistencia al resto de la misma. Ahora, sin embargo, la señora Pastor parece dispuesta a ejercer esa su supuesta facultad siempre que entienda sin más que ha habido insultos por medio. Y en la categoría de insultos ha incluido, según su particular criterio, las expresiones de fascista y golpista.
Ocasiones varias tuvo, pues, el miércoles último para retirar del DS tales términos en el bronco y agitado pleno dedicado en principio a la situación en Cataluña y al brexit, pero que derivó en un cruce de descalificaciones, de las que, con desafiante aire de superioridad, fue activo partícipe también el propio presidente del Gobierno.
No se sabe bien qué tendrá guardado en la manga Pedro Sánchez para anunciar en el Consejo de Ministros del día 21 a celebrar en Barcelona. De momento, y a juzgar por lo que adelantó el miércoles en el Congreso, su “proyecto político” para aquella comunidad es subir el salario mínimo hasta los 900 euros (al igual que para toda España) y ofrecer un nuevo estatuto de autonomía, cuando golpistas e independentistas hace tiempo que pasan de una eventual norma “dentro del marco constitucional”, ámbito del que el presidente asegura no se saldrá. ¿Eso es todo? Claro, que de lo que diga  a lo que luego haga puede mediar un mundo.
Excluido del PSOE, las fuerzas constitucionalistas claman por la convocatoria urgente de elecciones generales. Pero muchos se preguntan una nueva cita electoral a corto plazo cambiaría la gobernabilidad del país.  
Habrá que partir del hecho de que el bipartidismo –perfecto o imperfecto– ha dado paso a un multipartidismo con cuatro grandes actores, más lo que pudiera llegar. Las mayorías absolutas hay que darlas por terminadas y, por tanto, se abren paso la transacción, el acuerdo y los pactos sin “cordones sanitarios” prestablecidos. 
En este sentido ya hay quien augura que de las próximas generales habrá de salir el primer gobierno de coalición de la historia de nuestra democracia. ¿Estarán los partidos preparados para ello? ¿El electorado asumiría, por ejemplo, un Gobierno PP-PSOE o viceversa? ¿O incluso un PP-Ciudadanos? A la vista del enfrentamiento político hoy existente y de la radicalidad que separa a los grandes bloques establecidos, no sería muy optimista.

 

¿Elecciones ya?

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