Cuesta creer

Cuesta, en efecto, creer que entre los  166 artículos del reglamento del Parlamento de Galicia no fuera  posible encontrar  subterfugio alguno para alterar el orden del día o aplazar la comparecencia de Feijóo  -responder a tres insulsas preguntas-  hasta después de la cita que como presidente del PPdeG tenía el martes con el Comité ejecutivo nacional del partido. 

No se trataba de una Ejecutiva ordinaria, previsible cualquiera que hubiese sido el resultado de la jornada electoral, en la que los barones populares habrían de hacer balance de unos comicios cuya trascendencia política a nadie se le había escapado. Feijóo debería haber asistido para al menos haber manifestado allí lo que ahora desde la cómoda media distancia predica aquí. 

Habrá que concluir, pues, que no tuvo interés  en ello, pues cuando quiso, como con motivo de la concentración tripartita de Colón, sí puso todo su empeño para regresar a tiempo de Estados Unidos  y participar en la misma. El martes pasado no tuvo tanto.  ¿O sí lo tuvo, pero para estar ausente como nuevo testimonio de su distanciamiento del casadismo?  

Feijóo se implicó mucho en la campaña y  fue uno de los más insistentes predicadores de la unidad en las urnas. Los resultados  le han dado la razón: un millón de votos del PP,  Ciudadanos y Vox no han servido para conseguir escaños. El PP desaprovechó 147.000, Ciudadanos 164.000 y Vox no pudo darles salida a 689.000 votos. Consecuencias de haber ido cada cual por su lado.

En realidad y desde la distancia,  el presidente del PPdeG y de la Xunta no ha dicho en esta ocasión nada novedoso. Ha repetido aquello de abrir y ensanchar las bases del partido. Es su conocida opción. El miedo a Vox como socio no ha sido, con todo, la única causa de la desbandada de votantes que ha llevado al PP a perder en una comunidad donde, en unas generales, venía siendo hegemónico desde 1982.

Tal vez arrepentido de sus culpas, la nueva estrategia exprés de Casado consiste en centrar el partido. ¿Pero qué es el centro?  ¿Una ideología? ¿Qué ideología? ¿Hacer seguidismo de la opinión pública que se considere en cada momento dominante? ¿O de la opinión publicada? ¿Una actitud, un lenguaje suave y unas buenas formas?  Muchas preguntas para un debate viejo, pero que sigue abierto.

De todas las maneras, como es evidente, cuesta mucho más entender otra cosa: el triunfo del Partido Socialista en nuestra comunidad,  con un líder regional inconsistente y en unos momentos en que la sociedad gallega tiene planteados una serie de graves problemas que las políticas del Gobierno de Pedro Sánchez no sólo no han solucionado, sino que han agravado. Me refiero a los conflictos de Ence y Alcoa, que pueden costar más de 10.000 empleos,  reglamento de Costas y  remate del AVE. Por sólo citar los más notorios.

Cuesta creer

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