Cambio de táctica

s alguien tuviera la infeliz ocurrencia de recopilar la doctrina alumbrada por el nacionalismo catalán desde el acelerón (2010/2012) del movimiento independentista para acá, podría elaborar con toda ella un voluminoso contramanual de Derecho político y constitucional. Es decir, un compendio de toda una doctrina radicalmente contraria a la que al respecto rige en los sistemas democráticos del mundo civilizado.
Una doctrina absurda y peregrina; repetitiva, falta de toda lógica, que se podría comprender en gentes iletradas o en comentarios de tertulia doméstica, pero que ruboriza y no tiene ni pies ni cabeza mantenida –y durante tanto tiempo- por altos responsables políticos por muy obcecados que estén. Toda una sarta de sandeces.
Como dice Oriol Junqueras, convocar un referéndum no es, en efecto, delito. Salvo, claro, que quien lo haga no sea competente, se salte la ley y desoiga al TC, como ha sucedido. Elemental, mi querido Watson, que dicen que dijo el célebre detective británico Sherlock Holmes. Jordi Sánchez, por su parte, ha reprochado al magistrado instructor estar juzgando no a personas, sino a toda la ideología independentista. Pero que se sepa, el Supremo está juzgando a los acusados por haber aprovechado sus cargos institucionales o su liderazgo social para declarar la independencia –una aspiración legítima- por procedimientos ilegítimos. Y así sucesivamente.
Parece mentira que no se hayan enterado de ello todavía incluso después de medio año ya en la cárcel. Fuera de ella, el discurso tópico sigue siendo el mismo: no nos dejan votar, nos quitan el derecho a decidir, nos amordazan, son presos políticos, esto es un juicio político, invaden nuestro autogobierno, nos avasallan…
Escribía hace poco algún ilustre comentarista y paisano que estas mercancías se venden muy bien en la Europa del siglo XXI. Pero a la vista de la legión de micrófonos y cámaras que día tras día aquí las siguen aunque no resulten de mayor novedad, habría que convenir en que nuestro sistema mediático no constituye excepción alguna. No sé, por tanto, si la deficiente falta de labor explicativa no será sólo culpa, como se pretende, del Gobierno.
Noticioso, sin embargo, de la última semana sí ha sido el que salvo en el caso del ex mayor de la Policía autonómica Josep LLuis Trapero, en los más conocidos procesados se está observando un drástico cambio de actitud. Motivados tal vez por el inflexible criterio jurídico del instructor Llarena y el respaldo que éste viene recibiendo de altas instancias judiciales, del arrepentimiento táctico inicial han pasado a la confrontación directa con el mismísimo magistrado.
Ya no se comportan ni contenidos ni moderados. Se autoconsideran con todas las letras “presos políticos” y en estos términos están planteando su defensa, buscando responder frontalmente a las acusaciones y pasando al contraataque. Eso de los “políticos presos”, por ejemplo, no les entra. Ellos continúan con sus teimas. Con las de siempre. Ya aburren.

Cambio de táctica

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