Amainan los vientos de cola

si los factores externos fueron claves para que España comenzase hace unos años a salir de la crisis, su actual  o  a corto plazo previsible agotamiento  son tan peligrosos  como beneficiosa fue su llegada. Es el diagnóstico en el que coinciden los analistas ante la fatiga que sufren los que el ex ministro De Guindos  gustaba llamar “vientos de cola”. 
Se trata básicamente del encarecimiento del petróleo,  las ayudas por parte del Banco Central Europeo (BCE), el frenazo previsible del sector turístico, y la desaceleración de los principales motores económicos de la eurozona, cuales son Francia y Alemania. 
Lo que más inquieta  estos días es la escalada del precio del crudo: un 26 por ciento en apenas tres meses y más de un 70 por ciento desde el mínimo del año pasado. Ya ha llegado a  los temidos 80 dólares impulsado por las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo y las dificultades de Venezuela.  
Y con la inusitada rapidez con que se trasladan los precios al alza, el bolsillo del consumidor ya lo ha empezado a más que sentir. Inflación,  menor crecimiento del PIB y desaceleración en la creación de empleo no tardarán en también hacerse  notar. No habrá que olvidar que la economía española importa 1,2 millones de barriles de crudo diarios y que prácticamente depende por completo de esta materia prima. 
Para un poco más adelante  se vislumbra  un cambio en lo que llaman el sesgo  monetario. Estados Unidos ya ha comenzado el proceso y en la eurozona parece que así será no tardando. Tal vez a mediados del año que viene. Y cuando el BCE levante el pie del apoyo prestado, acabe con sus compras de deuda e inicie la subida de tipos, nuestro país tendrá que pagar más por colocar deuda.
Otro capítulo: el turismo. La paulatina recuperación de destinos como Túnez, Egipto y Turquía está reduciendo de forma notable el número de turistas foráneos. Parece que los viajeros empiezan a perder el miedo a los episodios de incertidumbre política e incluso a eventuales ataques terroristas habidos en aquellos  países. Es decir, que nos irá tocando devolver los turistas prestados. Según algunos informes, la contribución al PIB del turismo extranjero pasará del 0,4 por ciento en 2016 a un 0,1 por ciento en el presente ejercicio.
Y queda la desaceleración de la eurozona. España resiste, pero los ultimísimos datos de Eurostat constatan una pérdida de dinamismo mostrado durante el año pasado,  con especial incidencia en Alemania (ha reducido su crecimiento a la mitad) y Francia, con un frenazo todavía más brusco.
Así las cosas, resulta inquietante que por estos nuestros lares ni Gobierno ni debate público parezcan inquietos por el horizonte que se avecina. Más aún: Moncloa está tirando de chequera y ha optado por el electoralismo frente al control de déficit y deuda. Hay dinero para todo.

Amainan los vientos de cola

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