El PP, renovarse o morir

He seguido con interés las primarias del PP, las acusaciones de los tres candidatos, pero más concretamente las de Cospedal y Santamaría contra el Partido Socialista o contra Podemos. Autoproclamándose como los adalides de la libertad en RTVE, por ejemplo, olvidando las denuncias de los trabajadores de la casa. Sin embargo, siendo todo eso muy preocupante, lo más llamativo de la campaña llevada a cabo por los tres aspirantes a hacerse con las riendas del PP, fue su falta de propuestas de cara al futuro inmediato. Imperdonable por parte de quienes aspiran a ganarse a un electorado desencantado por la corrupción y, hoy, en clara desbandada hacia formaciones más templadas como puede ser la de Albert Rivera.
Como ciudadana me hubiera gustado que Santamaría pidiera perdón por su mala gestión en Cataluña, que dio lugar a una situación gravísima como se ha podido comprobar, ya que por no enterarse no se enteró siquiera de que se iba a celebrar el referéndum, estando como estaba a su cargo el Centro Nacional de Inteligencia.
También María Dolores de Cospedal debería hacer lo mismo como Secretaria General de un partido condenado por corrupción. Incluso siendo verdad que ella intentó poner orden en Génova, debería haber pedido excusas ya que de ella dependían muchos de los condenados.
En cuanto a Casado, creo que le ha tocado bailar con la más fea, ya que como Maroto y Levy tuvo que dar la cara cuando la mayoría de los prohombres y mujeres del PP, huían dejándoles solos ante el peligro de explicar lo inexplicable.
Hay quien dice que el PP lleva el mismo camino que la UCD: no lo creo. Entre otras razones porque el partido de Suárez lo componían una amalgama de pequeñas formaciones, muy alejadas ideológicamente las unas de las otras, con líderes potentes, pero sin nexos de unión. Fue una de las razones de que acabara disolviéndose, toda vez que las disputas internas y de liderazgo les dejaron sin votantes. Haría bien quien salga elegido o elegida para tomar las riendas del PP, que empezara abriendo puertas y ventanas, para iniciar una restauración de todo el edificio, comenzando por los cimientos –hay propuestas que tuvieron sentido en el 82 pero que en el 2018, hacen agua por todas partes–, y acabando en las zonas nobles.
Y otras que deben gestionarse utilizando la política como arma, en vez de utilizar la justicia para solucionar asuntos que no les corresponde, lo que ha llevado a los jueces a convertirse en los verdaderos políticos, mientras los políticos, no todos pero sí bastantes, se sentaban a esperar que pasara el cadáver de sus enemigos.
Es preocupante que ninguna formación, salvo Ciudadanos que aspira a robarle los votos del descontento, quiera pactar con el PP. Salvo los presupuestos, porque la situación de Rajoy era tan precaria que les concedió a los del PNV y Coalición Canaria todo lo que le pidieron. Algo que no debemos olvidar cuando Rafael Hernando acusa a Sánchez de haber pagado un alto precio para llegar a Moncloa. En el PP, como en todas las formaciones, hay gente muy válida, gente que trabaja, que se deja la piel por sus ideas, que no se ha llevado un duro, que no ha estado implicado/a ni en la Gürtel ni en ningún otro contubernio corrupto. A esos es a los que hay que rescatar. Y poner al frente del partido caras nuevas, caras que ilusionen a la gente con propuestas atractivas, y que nada tengan que ver con el pasado. ¿Lo harán? Esa es la gran incógnita.

El PP, renovarse o morir

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