Revisar la Historia exige libertad y archivos abiertos

Hay que reescribir la historia de nuestro país desde 1931 a 2018. Es lo que se habla actualmente. Si bien es verdad que el período señalado por la que escribe, quizá parezca demasiado extenso y no preocupa a la mayoría de los lectores. Los críticos de la dictadura de Franco señalan el período entre 1936 y 1978 año en el que se aprueba la constitución.
Me parece indispensable comenzar en 1931, año de proclamación de la República, porque ese período fue falseado y denostado desde el momento en el que se proclamó. Tales eran los ataques que se aprobó la “Ley de Defensa de la República”, antes de la misma constitución republicana. Era el muro a abatir y no se le dejó actuar con serenidad ni tranquilidad, tenía que estar defendiéndose especialmente de los componentes de aquellos estamentos que se trataba de cambiar: iglesia, grandes terratenientes, derecha inmovilista. 
Se produjo la rebelión militar, en el fondo para mantener a los tres grandes sectores, aunque se encontró un buen argumento “salvar al pueblo español”, incluso salvarlo del fuego eterno, por eso la rebelión se convirtió en una cruzada para salvar almas. Así fue, el cuerpo y las familias pocas veces les importaba. Tras la victoria el régimen se montó sobre la posesión de “la verdad absoluta”, por tanto será teocrático (apoyado por Dios), e intocable. Con estas premisas el diálogo, la crítica, las nuevas propuestas, etc. quedaban eliminadas. Lo importante era controlar el pensamiento de ahí surgían los nuevos proyectos. 
El control estaba en las familias, la educación , los medios de comunicación, la vida social y el control de la comunicación en el trabajo. Todo lo que contribuya a expandir y mantener el régimen será la verdad y será lo bueno. Todo lo que se oponga al régimen establecido se hará desaparecer y será lo malo. Esa es la realidad de la que parten.
Se instituyó una red de control que partía de la Secretaría General de Falange de Madrid, llegaba a las provincias con el Delegado Provincial de Falange, que a su vez nombraba a los alcaldes que también tenían que ser del partido y conocidos por la simpatía hacia el Régimen. Cualquier organización social, de las pocos que permitieron, tenían un enviado de Falange para informar de lo que pasaba.
No importaba la información ni la educación, sólo importaba el bien del régimen. Si ocurría el descarrilamiento de un tren en León, en un túnel y se producían cientos de muertos (como ocurrió) se silenciaba todo, se prohibía hablar del tema. Si se mejoraba alguna ciudad o industria, se contaba exagerando el tema. O sea, no hay información, lo que hay es “propaganda”. Lo mismo hacían los historiadores oficiales: propaganda blanca o gris (incluía la mentira y la tergiversación).
Todas las dictaduras, sean de derechas o de izquierdas, gestionan toneladas de propaganda, para tener a los ciudadanos convencidos o asustados, ya que varias veces al año en fiesta nacionales, se paseaban las tropas, los cañones y se desenvainaban los sables y las bayonetas . 
Colaboraban a la propaganda la Iglesia católica, que llevaba siglos apoyando a la monarquía en España, en ello le iba la vida “Te apoyo para que me sostengas”. Las familias eran adoctrinadas por la Iglesia, ante ella debían casarse, y tenían obligación de llevar a sus hijos a la misma, también disponían de una asignatura obligatoria en todo tipo de enseñanza. La educación no era tal, era socialización y adoctrinamiento, o sea “formas de vivir en ese país, desde que naces hasta que mueres todo está marcado”. La educación de verdad es aquella cuyo objetivo principal es conseguir personas libres, en las que se descubren y desarrollen las actitudes mejores de cada ser; la que enseña a convivir en la diversidad y el respeto mutuo; la que enseña a analizar, valorar y tomar soluciones para el bien global. Claro, esas personas serán críticas y difíciles de doblar al régimen autoritario, plantean problemas; es mejor, mantenerlos dormidos, anestesiados, “ya pensamos nosotros por ellos”. La prensa estaba controlada. Eso se nota enseguida. Cuando vamos al extranjero, si miramos las portadas de los periódicos y todos tienen el mismo titular y la misma foto es que hay censura. Esos periódicos valen poco cuando recurrimos a ellos en una investigación, no aportan datos, sólo los que les interesaba a los que mandaban. 
¡Fíjense, si hay que reescribir la historia!. Durante el franquismo estuvo prohibido hacer tesis doctorales sobre el siglo XIX, el de las revoluciones, y el siglo XX, por el terror del marxismo presente. Los archivos de esas épocas eran intocables, y los que recogían la vida política del régimen, tampoco se podían consultar. Además en varios momentos decidieron hacer desaparecer los documentos, incluso avanzada lo que se llamaba transición. Todavía hoy hay documentación sin desclasificar. Yo misma sufrí ese problema al investigar sobre la emisora de los EEUU situada en Girona, tuve la suerte de encontrar lo que buscaba en los archivos de los americanos que han puesto en internet, se piden , se pagan, y listo. 
Hay muchas personas que creían sin dudar que lo que contaba el régimen era todo verdad. Huérfanas que odiaban a su padre porque se lo presentaron en los orfanatos como un asesino, cuando la realidad era que fuera asesinado en la cuneta. El régimen, durante muchos años explicó “en sus libros históricos” que los bombardeos de Guernica, Durango, asesinatos de Sevilla, Málaga, Badajoz, etc. fueran producidos por los republicanos. Todavía hoy hay quien lo niega ante las cámaras de televisión, no se han enterado de que la misma Alemania e Italia sí lo han reconocido. Contemos la realidad de una dictadura, para que nunca más vuelva a repetirse.
 

Revisar la Historia exige libertad y archivos abiertos

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