El miedo

Estos días el miedo al “coronavirus” tiene en vilo a la mitad norte de Italia y China está desolada. En las islas Canarias han pasado tres días mirando al cielo, que no llegaban a ver debido a la arena y el calor proveniente de África. El miedo es un tormento que, consciente o inconscientemente, comenzamos a sentir desde la cuna. El bebé llora cuando se siente mojado, hambriento, con frío, o solo. Y también lo sentimos cuando, ya a punto de cerrar el negocio en esta tierra, en esos sitios que llaman residencias, esperas allí a que te den agua, cuando tienes sed, te cambien el pañal y te recuerden los medicamentos que debes de tomar. 
Entre esas dos etapas que disfrutamos, aparecen multitud de veces en las que el miedo te corta el habla y casi la respiración. Miedo a que las mafias te atrapen para la prostitución, miedo a que rapten las niñas en distritos mexicanos, miedo a que el niño concebido venga sano. Tiemblas esperando la operación que le van a hacer a la niña en la columna, que se le ha torcido como una S. Miedo a darte cuenta, cuando vas a cumplir cincuenta años, que en un ochenta por ciento has perdido el tiempo en estupideces, y te vas a ir con las manos vacías y sin gastar, porque nunca has hecho nada, nada para y con la colectividad, sólo bailando en torno a tí mismo y culpando a los demás de tus desgracias.    
Desde el punto de vista grupal a todos los niveles, familiar, de barrio, de trabajo, viajes, etc. hay etapas en las que parece la edad de oro de la felicidad y etapas negras, llenas de miedos, en las que ni tú ni los que te rodean, saben espantarlo. Actualmente algo semejante está pasando.     Desde que comenzó el siglo XXI, la mayoría siente inquietud, miedo, se siente caminando en la cuerda floja, no hay seguridad para nada. Se han perdido multitud de puestos de trabajo, que no se recuperan, el cambio climático se impone con los tremendos chubascos y la furia de los vientos, pueblos inundados, miles de personas llorando porque lo perdieron todo. El miedo a acabar con la amazonía, el abandono del campo, la desaparición de alimentos seculares y necesarios.        
Por si el baile fuese poco animado nos dicen que miremos para otro lado que viene el “corona virus”. Ese mal bicho es un elemento poco claro, unas doctoras afirman que es una simple gripe, otros que se puede producir una pandemia. No sabemos bien cómo y dónde comenzó. Se localiza en China, el país que estaba a punto de ser la economía más potente de todo el orbe. El virus, como era de esperar, se expande sin descanso. La necesidad y el hábito de viajar, junto con la exigencia de ir a visitar a hijos y nietos emigrantes a miles de kilómetros, nos habituó a viajar. No cesa el intercambio de pasajeros en los miles y miles de aeropuertos del mundo, es como si volar sea lo único que no nos da miedo. No son sólo los aeropuertos sino también los puertos de mar. Un inmenso crucero quedó anclado a varios kilómetros de distancia del puerto, porque descubrieron que había infectados por el virus entre los pasajeros. ¡Que miedo!, que un pasajero te tosa en la mejilla o te estornude de frente, pero ¡que terror! si además los dejan encerrados, sin poder salir, recibiendo lo mínimo de alguien que también se puede contagiar, ¡que desesperación!. 
Si nos dicen que debemos seguir encerrados veinte días, y ya hay un muerto, eso es peor que lanzarnos al agua sin barcas. Es casi imposible controlar un virus que entró en un crucero. Por eso es muy difícil entender que los médicos de Japón que van a atender a los contagiados, se refugien en un barco después de su trabajo. 
China está perdiendo ciudadanos, y mermando su economía. No es la única. En España hemos vista la suspensión del Mobile en Barcelona, por miedo al “corona virus”, el miedo puede paralizar la economía. Esperemos que aquí, en España, no se asiente el virus, y si se asienta que mantengamos la calma. No hay que dejarse intimidar, incluso, utilizando todas las cautelas, habrá que lanzarse a buscar soluciones. Algunos se preguntan ¿hay alguien a quien le interese que todo vaya mal en China?, ¿y en Cataluña?. El futuro nos explicará lo que está ocurriendo en el presente.    
En España sufrimos varios miedos provenientes de instituciones políticas dictatoriales y de principios religiosos ortodoxos muy duros. Después de la guerra civil España estaba descompuesta en dos vertientes, los de ¡viva Franco! absolutistas, represivos, que sabidos triunfadores, hinchando el pecho, imponían el sistema; por otra parte los callados, invisibles, los que sentían pero no podían decir ¡viva la democracia, ni reclamar los derechos de la revolución francesa, mudos vivientes.         
Terminamos con el recuerdo de aquella religión que exigía a las mujeres cubrirse la cabeza con el velo, siempre negro, o te medían la manga del vestido para entrar a misa. Una religión que te manejaba con el miedo a condenarte al infierno, a las llamas eternas, al que cometiera pecados mortales, como por ejemplo darle un beso a su novio. En fin, estos miedos religiosos los chicos los han eliminado con una gran facilidad. Lo peor es que, cuando se elimina una moral que espanta, hay que suplirla por otra que enlace ética y moral, respeto al hermano y ayuda al débil. Lo que no conviene a ninguna persona ni sociedad es quedarse sin moral y sin valores, eso también da miedo.    
A día de hoy ha renacido el “miedo” en Europa y en España con los partidos de extrema derecha que pretenden dar el giro hacia la dictadura militar y la religión de antaño. No olviden que los estados hacen campañas para asustar a sus propios ciudadanos o a los estados contrincantes, es la guerra psicológica, la guerra del miedo. En España nos asustan los de extrema derecha anunciando que “vienen los comunistas-fascistas” (???); o que “nos gobiernan los amigos de Venezuela”, en este caso, en Galicia, algo hay de eso, pues Abanca es propiedad de unos señores de ese país.

El miedo

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