Que se abstengan los once diputados

Querámoslo o no, los medios de comunicación, los comentarios callejeros, en la peluquería, o en el mercado (lugares en los que hasta hace poco se movían obreros) vaticinan el final fatal de la última enfermedad del PSOE. Algunos echan las manos a la cabeza lamentándose ¡Si resucitara Pablo Iglesias!. La verdad es que cuando el 2 de mayo de 1879 aquel ferrolano de 28 años se reunió en la taberna Labra, muy cerca de la Puerta del Sol en Madrid (aún existe, es famosa por el bacalao frito), los 25 invitados que constituyeron el Partido Socialista Obrero eran de clase media, o media alta, pues firmaron 17 tipógrafos (que entonces eran los que más leían, por su trabajo; incluso leían al revés), cuatro médicos, un profesor doctor, dos joyeros, un marmolista y un zapatero. Pablo Iglesias fundador, no era un universitario sino un huérfano de padre que, con 9 años, tuvo que acompañar a su madre andando hasta Madrid, para encontrarse con un tío materno que, para mayor desgracia, cuando llegaron había fallecido, y su hermano menor que lo habían enviado a Madrid en una carreta, debido a su enfermedad, también falleció enseguida. Tan mala suerte, sólo de pensarlo se hiela la sangre. Sin embargo, el chico consiguió salir de la miseria, y de forma autodidacta alcanzó una cultura respetable y una metodología y retórica que atraía a los obreros con sus discursos. Se carteó con Federico Engels, amigo y colega de Carlos Marx, y coautor con él del Manifiesto Comunista de 1848, que fue el primer planteamiento del programa del PSO para Europa. Ese partido, por su carácter moderado, fue invitado por el dictador Primo de Ribera a colaborar con él y aceptó, por lo que fue atacado durante muchos años, Primo no quería ni oír hablar de los anarquistas de la CNT y la FAI; los comunistas aún no se habían consolidado. Durante el franquismo la actividad del PSOE estuvo en el extranjero.
La historia se repite. El Partido Popular invitó, estos días, insistentemente al PSOE a la gran coalición. Los jóvenes del PSOE no lo vieron, ni lo ven claro, máxime con la trayectoria de corrupción y desprecio a las masas del Partido que hoy gobierna en funciones. 
Al mismo tiempo surgió en España una formación asamblearia, junto con los luchadores contra los desahucios (más de un millar de organizaciones) que tienen otro estilo, poco cuidado, popular, rompedor y heterodoxo. Se afianzaron al prometer romper con lo obsoleto, lo acomodado y prometer ayuda a los más necesitados, que en el siglo XXI pasaron a ser de obreros a desempleados, emigrantes, inmigrantes y sin techo; un tanto por ciento de la población considerable.
Cuando se produjo en las votaciones de diciembre la pérdida de la mayoría absoluta, la gente sencilla lo vio claro: PSOE llamaría a los del nuevo Pablo Iglesias y compañía, y con algunos más formarán el gobierno de izquierdas del país. El PSOE sería el que enseñase a los nuevos, podía guiarlos, conducirlos, y seguro que saldría algo aprovechable. Pero había que olvidarse del poder por el poder, del miedo al sorpaso, de demonizar a los catalanes, Todo eso eran temas de segundo orden, había que formar gobierno y ponerse a andar por el bien de los españoles.
No se hizo, por las influencias malignas de algunos exlíderes que quieren nadar y guardar la ropa. Ahí el partido anda dividido y enfrentado con los jefecillos de turno. Además a esos señores representantes de un PSOE aburguesado, el giro a la verdadera izquierda, les asusta y no sé yo si no les produce algo de tufo repugnante.
Total que en las segundas votaciones, observamos que había una parte del PSOE, fiel a las masas desprotegidas, que nos hizo creer que retomaban el buen camino: unir a la izquierda. Pero un “golpe de mando” quitó al señor Pedro Sánchez y dejó claro que unirse con la morralla (en su significa académico=cosas o personas de poco valor material), y los catalanes, era impensable. La solución “abstenerse”. Ahí aparece el problema de ética, moral, coherencia, ruptura de promesas, cambio de programa, etc. que se les presenta a los diputados socialistas que creían de verdad que el partido era de izquierdas. Llegados a esta situación un voto imperativo es una violación de lo más íntimo de las personas; es un matrimonio impuesto por el padre, es una aberración cuando realmente el que tiene que votar no quiere esa opción porque sólo tiene por fin sumarse a los poderosos.
Solución: A grandes males grandes remedios, “que se abstengan los 11 diputados que ven muy claro lo que hay que hacer, que les parece estupendo, que creen que así salvan a SU España y predican con el ejemplo. Y esos nombres los conocemos todos por las confesiones que hicieron: Rodríguez Ibarra, Pérez Rubalcaba, José María Barreda, Abel Caballero, José Blanco, Elena Valenciano, Fernández Vara, Susana Díaz, Soraya Rodríguez, Eduardo Madina y si necesitan un empujón ahí tiene a Felipe González, José Luis Corcuera o Alfonso Guerra. Algunos no son diputados, pues, menos mal.
 

Que se abstengan los once diputados

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