Vaya con el CETA

Que estamos ante un nuevo paradigma socio económico, es evidente. Las nuevas tecnologías de la información facilitan la globalización, con reducción significativa del factor trabajo en todos los sectores, desarrollan la llamada economía colaborativa, permiten ampliar mercados y crear otros, muchas veces desregulados, aumentan la precariedad laboral y fomentan el trabajo por proyectos.
Por otra parte, el comercio internacional se estanca y hay cambios en los actores globales. China, armándose financieramente por medio de su moneda, que ya forma parte de la cesta de monedas de los Derechos Especiales de Giro, y la creación del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras, con ampliación de sus mercados regionales en América Latina y África. Sin embargo, el presidente Trump decide que EUU renuncie a los acuerdos comerciales globales con la Unión Europea (TTIP), y con la cuenca del Pacífico (TTP). Aunque este último seguirá sin los norteamericanos que, a pesar de todo, sus multinacionales son las de mayor cuota de mercado mundial. Para complicarlo más, el “Brexit” afectará a las relaciones comerciales británicas con la UE y el resto del mundo.
En este ambiente, andamos a vueltas con el Acuerdo Económico y de Comercio Global entre la UE y Canadá (CETA). Después de ocho años de negociación, llega la culminación de este tratado, llamado de segunda generación porque va más allá de una mera reducción de aranceles, al regular las relaciones laborales, proteger a los consumidores y preservar el medio ambiente. 
Claro, eso lo dicen los órganos políticos de la Unión Europea, porque organizaciones sindicales y ecologistas o diversos foros y movimientos sociales, tanto europeos como canadienses, argumentan todo lo contrario, y ante estas opiniones encontradas, habrá que buscar puntos de encuentro, porque hay una realidad de comercio entre ambos territorios por valor de 60.000 millones de euros anuales y más de 400.000 millones en inversión conjunta. 
Canadá es el duodécimo socio comercial de la UE, y esta es el segundo socio comercial de aquel. La UE es el segundo inversor extranjero en Canadá, y Canadá el cuarto en la UE. 
Por eso, los ciudadanos queremos conocer qué va cambiar con la entrada en vigor del tratado y, ya que la globalización provoca una desregulación importante, pedimos responsabilidad política para aprovechar este acuerdo, no sólo para reducir costes de exportación e importación, sino también para garantizar los valores democráticos y de justicia, el respeto medioambiental y la regulación laboral que caracteriza tanto a Europa como a Canadá. 
En definitiva, que las instituciones democráticas recuperen el poder que están abandonando en beneficio del capital financiero.
ramonveloso@ramonveloso.com 
 

Vaya con el CETA

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