La importancia de llamarse Armas

obre abuelo Lalo, empeñado como estaba en que su primogénita, mi madre, se llamara Emilia, así la inscribió a hurtadillas en el Registro Civil, pero mi abuela lo desautorizó con la realidad bautizándola Marisa, nombre por el que corre. La pobre Emilia solo reaparece en las consultas del médico o en la renovación del DNI, para su propia confusión.
La inocente enamorada Julieta le llega a decir a su Romeo que una rosa con cualquier otro nombre olería igual de bien, su amor por él no cambiaría con otro apellido distinto de Montesco. Igualmente, la Plaza de Armas seguiría siendo Armas aunque le nombraran diferente. Si Franco fue incapaz de que los ferrolanos nos dirigiéramos con su apellido a la Real, ya me dirán quién será el que llame Concepción Arenal a la del Concello con los antecedentes de nadie decir Concepción Arenal a la calle del Hospital y manosear su nombre para rebautizar el edificio del Ateneo.
Ay, maldita manía de renombrar calles y plazas, resituar monumentos y piezas públicas, ya sea para esconder remordimientos por omisión de actuaciones, ya sea para cumplir caprichos de enteradillos, ya sea “porque me da la gana”. La fuente de la Fama de la Plaza de Galicia a la Puerta del Parque del Arsenal, la Fuente Wallace de la Plaza Vella al Parque Reina Sofía o el monolito de Churruca de la Plaza de Armas a Herrera. 
Qué sentido tiene tapar a un personaje histórico para ensalzar a otro. Arenal no puede sustituir a Churruca, los dos suman, ninguno resta. Una ciudad es un proyecto colectivo, se hace de muchas memorias capaces de conformar un todo armónico como la Plaza del Obradoiro, mezcla de estilos que dan armonía al conjunto del espacio. Arenal, Churruca, Calero, Torrente, Vicetto, Marqués de la Ensenada, Jorge Juan, Canalejas, Filgueiras, Julio Aneiros y muchos más forman parte de nosotros, necesitamos quererlos, estudiarlos, acordarnos de ellos y, la verdad, mucho no lo hacemos, sino no se explica que la obra de Torrente esté en Compostela, que Calero tenga su futura sede sin ni siquiera empezar a rehabilitarse en su año de As Letras Galegas o que estemos en el bicentenario de Concepción Arenal y la USC conjuntamente con el Ateneo de Santiago, el propio Concello compostelano y la Xunta programen un año de actividades en la capital de Galicia y Lugo cuando aquí no tenemos ni un espacio dedicado al estudio de su obra. Dónde estaban los que tenía que haber empujado para que ocupara el Antiguo Hospicio, por ejemplo.
Y para más confusión, ya solo quedaba la propuesta del BNG para rebautizar Carvalho Calero a la renombrada Porta Nova por Plaza de España. Menudo panorama.
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La importancia de llamarse Armas

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