De las formas y los protocolos

Quién no asistió no una, sino muchas veces, en el Parque al cortejo primaveral de los pavos reales machos abriendo su cola en un espectacular abanico policromado. Saben de la importación de pavonearse con un protocolo instintivo para tener éxito, garantía de su supervivencia.

Qué sería de las religiones sin sus rituales para reafirmarse en sus creencias y como arma de proselitismo para ganar adeptos. Con estos fines, la Iglesia Católica realiza la Santa Misa perfectamente estructurada en ritos iniciales, liturgia de la palabra, liturgia de la eucaristía y el rito de conclusión, sin apartarse un ápice de sus formas y acomodados a cada acto social. Si viajamos a países islámicos, escuchamos al muecín llamar a la oración en dirección a la Meca cinco veces al día, para que ningún musulmán olvide sus ritos.

Qué sería de nosotros sin la celebración de la naturaleza, hundiendo sus raíces en los tiempos de las primeras civilizaciones. Nuestro Antroido, con su protocolo de desorden, de máscaras, de excesos verbales y gastronómicos siguiendo los patrones de cada lugar; los Maios para exaltar la primavera, cuando todo renace; el San Juan para conmemorar el solsticio de verano, saltando y encendiendo hogueras a la puerta de las casas; la Navidad durante el solsticio de invierno, vestimos nuestras mejores galas para esos días de intimidad familiar.

Más recientemente, en toda democracia que se precie, el inicio de las legislaturas y las tomas posesión de los jefes de Estado en la Repúblicas, los parlamentarios y los presidentes, respectivamente, prometen o juran respetar la leyes y las instituciones representativas del poder popular del que emanan, con ceremonias respetuosas con las formas y protocolos reglados, para mostrar respeto por la decisión popular  recién salida de las urnas, investidos con el honor de representar a todos los ciudadanos, les hayan o no les hayan votado.

Los animales, las religiones, las civilizaciones, la humanidad saben de la importancia de las formas y protocolos para reafirmarse. Por eso, me van a perdonar que no entienda la actitud de cada vez más parlamentarios españoles, a diestra y siniestra, rompiendo las formas establecidas para añadir algún eslogan de dudoso gusto a la frase obligatoria de acatamiento del mandato popular. No están allí para regocijo de sus propios egos, están para representarnos sin arrogancia ni excesos. Y respetar los protocolos de las Instituciones Democráticas, creo que es su deber.

ramonveloso@ramonveloso.com

De las formas y los protocolos

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