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Los acontecimientos en Cataluña se  precipitan y nadie sabe cómo abordarlos. Recién terminado el Pleno de la fallida investidura de Jordi Turull, por la división interna del independentismo, Marta Rovira se une a la nómina de fugados, el candidato a Presidente  inicia el viaje para presentarse ante el Tribunal Supremo que habría de encerrarlo  preventivamente, se  priva de libertad al resto de los encausado y se emite la euroorden de detención de todos los huidos.  
Nos encontramos en medio de tres procesos paralelos,  el judicial, el político y el de la calle. 
Una vez más, el poder judicial se  muestra en toda su dimensión, con su independencia, con sus propios tiempos. Hay que aceptar que el procedimiento sólo se parará cuando sea firme la sentencia que dicte el Tribunal que juzgará a los independentistas. Cuanto antes lo asuman las fuerzas políticas, antes  podrán empezar a buscar cómo desatar el nudo gordiano de la cuestión catalana.
La causa judicial dejó descabezados los partidos y movimientos secesionistas, excepto a la CUP. Si ya los movimientos sociales catalanes habían transcendido al tradicional equilibrio político entre nacionalistas y socialistas, erigiéndose  Ciudadanos en el principal representante del voto constitucionalista, ahora empiezan a sonar los cantos de sirena políticos, como la vía  Colau-Comunes para formar un Ejecutivo con apoyo de Los Comunes, ERC y el PSC sin base mayoritaria en la Cámara, excluyendo al partido naranja y los sucesores de CIU, y seguro que proponiendo el derecho a decidir. Como Ulises, habrá que atarse al mástil para evitar el naufragio.
Ante el desconcierto de las bases por la decapitación política de sus líderes, es normal un estallido de protesta en la calle  por la detención de Puigdemont y el resto de dirigentes independentistas. La respuesta policial podrá evitar que los daños provocados por los disturbios vayan a más, pero sólo la Política será capaza de restablecer la convivencia.
Cuanto antes los partidos nacionalistas aceptan que no representan al cien por cien de los catalanes y respeten las leyes democráticas del Estado de Derecho, cuanto antes el PSC supera la ambigüedad de estos últimos días, cuanto antes Ciudadanos deja a un lado las ansias electorales y vuelve a la Comisión parlamentaria para la reforma constitucional y cuanto antes el PP se interesa de verdad por Cataluña, no para utilizarla como arma electoral en otros territorios, antes habrá una oportunidad para una salida a la crisis política. Evidentemente, con la cada vez más necesaria reforma constitucional.
 

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