Y el affaire catalán seguía ahí

A veces, el tiempo no lo cura todo. Más bien, lo puede empeorar. Un ejemplo es la cuestión catalana, que hasta soporta la provocación de quienes tratan de enfrentar a los hispanos no catalanes con los españoles de Cataluña, como si de un partido de fútbol se tratara. Solo con escuchar los silbidos a Piqué en los partidos de la selección lo podemos verificar.
Al erre que erre de Puigdemont, algunos como Rajoy, después de haber provocado con el recurso a la reforma del Estatuto refrendado por los catalanes el desencadenamiento de los acontecimientos, esperan inútilmente que el tema se pudra, aunque estén consiguiendo la división del gobierno catalán; y el resto, más ocupados en asuntos ajenos a la preocupación de los españoles, olvidan dar prioridad a los anhelos de estos. Por lo tanto, ante el anuncio de la consulta soberanista del uno de octubre, sería deseable que socialistas, podemitas y ciudadanos, especialmente, forzaran a los gobiernos español y catalán a cejar en su actitud de minar la convivencia.
Entonces, no es hora ambigüedades, más bien de precisión y sensatez política. Por eso, aunque es cierto que el Partido Socialista aprobó en el reciente Congreso mantener “la unidad del Estado, perfeccionando el carácter plurinacional del mismo”, no lo es menos que resolvió proponer “la declaración de Granada” de 2013 para revisar y actualizar el Estado de las Autonomías con una estructura territorial de carácter federal, por lo que se debería cuidar que un calificativo no confunda el espíritu del modelo territorial estable y equilibrado que propone.
Urge crear un clima político que favorezca la reforma constitucional para renovar la arquitectura territorial e institucional de España. Recientemente, el pasado 17 de enero, la Conferencia de Presidentes abordó actualizar el caducado sistema de financiación autonómica, y el próximo lunes se reúne su comisión de seguimiento ante la que los populares quieren exhibir el acuerdo para el techo de gasto, que si da estabilidad presupuestaria, para eludir el tema catalán. Pero ese equilibrio se traslada mal al debate territorial. 
Si no se resuelve adecuadamente el problema catalán, se extenderá a todas las Autonomías, por lo que no sobra la convocatoria urgente de la Conferencia de Presidentes para abordar la solución al problema territorial que fije el debate parlamentario, sabiendo que está condicionado por un Senado con mayoría absoluta del PP.
 

Y el affaire catalán seguía ahí

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