A propósito de Macron

nte la enésima toma de las calles por los franceses, en este caso por la reforma de su sistema de pensiones, al Macron desesperado no se le ocurre otra cosa que anunciar la renuncia a su pensión vitalicia para cuando sea expresidente de la República. La suya, no sé si la de todos los futuros cesantes. 
Ya no me asombra que el mandatario francés venga a engrosar la patética nómina de personajes que bajan al campo de la fácil demagogia, moneda corriente en estos tiempos.
Desde la crisis de 2008, la falta de liderazgos claros en la mayoría de los países occidentales lleva a la mediocridad. Un ejemplo claro está plasmado en la subasta en que está inmersos los representantes públicos para ver quién baja más sus retribuciones públicas, gestos hacia si mismos, ante la incapacidad de abordar los problemas reales de los ciudadanos.
En este caso, el desencadenante es la viabilidad de las pensiones públicas de los trabajadores galos. ¡Qué si son unos privilegiados y no merecen tanto, válgame Dios! Como en tantos otros países. Como en el nuestro.
Las pensiones públicas suponen un porcentaje importante del PIB. En España, alrededor del 11%, más 100.000 millones de euros para más de 9 millones de pensionistas. Un dinerito muy apetecible para bancos y compañías de seguros. Por supuesto, estas no niegan la necesidad de las pensiones públicas, faltaría más, pero reclaman que las aportaciones de trabajadores y empresas sean menores y repartan un poco con entregas a los planes de pensiones privados. ¡Qué los pobres tienen también que vivir, oiga! 
Se me ocurre que además del poco peso de las pensiones privadas, quizás tenga algo que ver el fracaso de esas figuras de ahorro. A ver cómo explican a los más de 9 millones de partícipes las pérdidas, año tras año, de la mayoría de los planes privados. Si usted es uno de ellos, échele un vistazo al rendimiento anual que le comunica su entidad y verá con sus propios ojos la cruda realidad. Por tanto, el espabilado sector financiero pensará que pagar pensiones, que las pague la Seguridad Social, pero que arañar un poco de las aportaciones públicas que hacemos, les permitirá enriquecerse un poquito más en el juego de las especulaciones financieras.
Llegados aquí poco nos debería preocupar la renuncia estilo Macron a su renta vitalicia ante la angustia de vivir en el futuro con una pensión raquítica dentro de un Estado de Bienestar en franco retroceso. 
ramonveloso@ramonveloso.com

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