Una feminista rara

la no sé si todavía ministra de Justicia y Notaria Mayor del Reino, Dolores Delgado, no sé si pertenece aún, en consecuencia, a un gobierno que se dice feminista, pero unas grabaciones del turbio Villarejo, ese oscuro personaje que, pese a serlo, llegó tranquilamente a comisario y recibió las más altas condecoraciones, unas grabaciones de ese sujeto que lo grababa todo, digo, han revelado que la señora Delgado es, al menos como feminista, rara.
Juntarse con Villarejo en comilonas (al principio, según ella, nunca, y luego que sólo tres veces) ya tiene lo suyo, pero informarle, en amigable charleta, que el juez Grande-Marlaska, hoy compañero suyo en el Gobierno como ministro de Interior, es “maricón”, tiene algo más que lo suyo.
Quiero creer que no lo dijo como feminista, pues ello equipararía, como sostienen los cafres, el machismo con el feminismo, sino sólo impelida en un momento de relax por ese ancestral poso homofóbico del que la mayoría de los españoles y de las españolas, por fortuna, ya se ha desprendido.
En todo caso, y con ser muy grave insultar públicamente, soezmente, a una persona por su orientación sexual, más lo es, si cabe, al menos desde la óptica del feminismo del que presume, ese otro pasaje de las grabaciones en las que expresa su preferencia de trabajar con hombres, y no con “tías”.
“Maricón”, “tías”, saetas en el corazón del verdadero feminismo, o del mejor, de aquel que trajo tan buenas cosas a hombres y mujeres. Puñaladas a la memoria de tantas mujeres arrojadas, valientes, eméritas, que pagaron tan cara su lucha por la igualdad y, como feministas, por la libertad, la elevación y la emancipación de las mujeres.
Como también hundió su daga en el feminismo, en el verdadero, en el benéfico para la familia humana, su colega Montón con sus mentiras y sus títulos inmerecidos, esa otra ministra y feminista ful.
No sé en qué quedará esto, ni a qué simas descenderá la utilización que de ello hará la derecha, que anda canina, ni me importa. Sí, en cambio, que un Gobierno en el que una amplia mayoría social ha cifrado sus esperanzas se entregue, ya desde los propios nombramientos, a la simulación y a la farsa.

Una feminista rara

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