Siniestro piropo

Un piropo callejero se piensa, no se dice. De ese modo, el sujeto emisor conseguirá, callándose la incontrolable emoción que, al parecer, le produce el objeto de su acoso, visitar las para él ignotas regiones del pensamiento, en tanto que la víctima conseguirá transitar libremente, desahogadamente, por la vía pública. Demasiadas ventajas, sin duda, para que un cretino las considere.
El piropo callejero, la interpelación habitualmente lúbrica o salaz a alguien que no se conoce de nada, es una acción extemporánea y siniestra que, en el caso de ser propinada por un hombre a una mujer, cabe calificar de agresión machista, y no por verbal y gestual menos desgraciada e inaceptable. El hecho de que haya mujeres a las que asombrosamente no le desagraden esas expresiones de extrema falta de educación y de urbanidad, no empece para que el piropo callejero, como cualquier clase de hostigamiento a la mujer, sea una figura merecedora de la máxima reprobación y de destierro en cualquier sociedad civilizada, interviniendo en tan higiénica labor las instituciones públicas, garantes de la libertad.
Que el piropo callejero, esa estólida regurgitación de frustraciones e impotencias, es una cosa miserable, no se duda, pero de lo que sí se duda es de la eficacia de la campaña que contra él ha orquestado la Junta de Andalucía, y ello porque la dicha campaña es decididamente estúpida. Ya su nombre o eslogan, “No seas animal”, produce no solo vergüenza ajena, sino que subleva por lo mucho que contiene del mismo género de rusticidad que se quiere combatir. ¿Han visto alguna vez los de la Junta de Andalucía a algún animal disparándole un piropo a alguien? ¿Tienen noticia de algún búho, cerdo o buitre, animales que utiliza en el penoso video-clip de su campaña, que haya vomitado palabras soeces a congéneres del otro sexo? ¿Qué idea tiene esa gente de los animales?
El piropo callejero no es, como escribió el Eugenio d’Ors menos inspirado, un “madrigal de urgencia”, sino una falta de respeto y de consideración a las mujeres. El atraso educativo de España se dibuja en la vigencia del piropo, pero también, desgraciadamente, en el numen de unos servidores públicos tan ignorantes y cerrados de mollera como los que han puesto en circulación esa burda campaña.

Siniestro piropo

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