El retraso alimentó al virus

al Covid-19 le da igual que tengamos o no tengamos la mejor Sanidad Pública del mundo, pero es que, encima, no es verdad. Tal vez la tuvimos en el pasado, pero los brutales recortes de la última década y los zarpazos privatizadores, que en el caso de un Madrid han supuesto la eliminación de más de 3.000 sanitarios y de otras tantas camas hospitalarias en tanto aumentaba su población en más de medio millón de personas en el mismo periodo, deja esa salmodia, ese mantra de la mejor del mundo, en poco más que una rogativa ante la feroz amenaza a la que nos enfrentamos.
Pero podía seguir siendo la mejor Sanidad del mundo y no ser suficiente para brindar a los españoles un tránsito por la pandemia con el menor daño posible: la dirección ante la crisis, que se resignó desde el primer momento en el estamento médico, debió corresponder al político, que es el que tuvo que valorar con previsión cuanto rodea al descontrolado patógeno y actuar en consecuencia. Los médicos, los microbiólogos, los epidemiólogos, saben mucho de lo suyo, pero de los políticos se espera que también sepan algo de lo suyo propio y que, por lo tanto, sepan cuándo restringir movimientos, cancelar vuelos procedentes de los iniciales focos de infección, ordenar a la policía y a la guardia civil el rastreo de los contagios, trazar planes serios de aislamiento o evacuación, contratar precautoriamente contingentes de personal, intervenir en la producción y distribución del material médico necesario, y, en fin, cuanto a los trabajadores sanitarios, que se están dejando la salud y poniendo en riesgo su vida en beneficio de las víctimas del coronavirus, se les escapa por carecer de autoridad en ello. Más allá de la utilización que algún partido pueda hacer de la crítica al manejo de la crisis, ésta es necesaria si no se quiere abundar en los errores que nos han traído hasta aquí. Teniendo desde hace semanas nuestro Wuhan europeo a tiro de piedra, Italia, nada se ha hecho para controlar, y mucho menos para impedir, el flujo vírico, hasta ayer mismo, cuando ya los gráficos del contagio registraban una flecha vertical y en las UCI empezaba a no caber nadie.
Siendo buena, no tenemos la mejor Sanidad del mundo, pero mucho más deficiente parece ser nuestra clase política, que no ha sabido ver que el tiempo, la pérdida de tiempo, alimenta hasta el atracón al coronavirus.

El retraso alimentó al virus

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