El relajo de la juventud

Se sabía que los jóvenes creen que no se van a morir nunca, pero no que creyeran que tampoco se van a morir nunca los demás. Por su comportamiento diríase que creen eso o que carecen del mínimo de empatía que faculta a las personas, jóvenes o viejas, para moverse inocuamente entre sus semejantes.

En la noche de San Juan siempre tiene que arder algo, y éste año, que se habían prohibido las hogueras multitudinarias en las playas y en los descampados, lo que ha ardido y se ha achicharrado es la esperanza de que no se recrudecerá la epidemia que en España se ha cobrado cuarenta mil vidas y ha dejado graves secuelas, físicas y psíquicas, en muchas otras. En tanto el virus pugna por recuperarse tras el potente cortafuegos que construimos con el confinamiento, y rebrota aquí y allá aprovechándose del relajo que le sucedió, bandadas de jóvenes queman esa esperanza en botellones y demás eventos tumultuarios de gran aparato alcohólico y propagador.

Las autoridades sanitarias temen que la relajación de los jóvenes, que pasan ampliamente de mascarillas y distancias de seguridad, de al traste con cuanto se ha logrado en la dramática y encarnizada lucha contra el Covid, esto es, que no se sigan muriendo las personas mayores, pero el anuncio de ese temor no debe interpretarse como una criminalización de la juventud, sino como una constatación de lo aventurado al inicio de ésta columna, su creencia de que la muerte no va con ellos, una creencia que viene a reforzar, encima, la circunstancia de que, en efecto, la muerte por el Covid-19 no va.

Sólo la empatía, que nace de la sensibilidad, el respeto y el conocimiento, podría salvarnos de la parte del rebrote que la conducta de un amplio sector de la juventud, tan divertida y comprensible en circunstancias normales, parece auspiciar. Empatía. Casi nada. ¿Qué empatía se les puede pedir, qué solidaridad, qué respeto, qué amor, si no se les ha transmitido ni enseñado? Nadie nace aprendido, y del entorno y la realidad social en que se han criado, de egoísmo feroz y de sálvese quien pueda, mal puede esperarse que curse en jóvenes conscientes de que una débil sujeción a las normas preventivas puede matar.

Los jóvenes, en efecto, no se mueren. Sí, y en masa, quienes lo fueron alguna vez.

El relajo de la juventud

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