Ni la bolsa, ni la vida

os bares no son imprescindibles; el personal sanitario, sí. Ahora y siempre. Sin embargo, los bares se abrieron, y quien dice los bares dice las discotecas, los garitos, los salones de bodas, comuniones y bautizos, los locales de juego y de apuestas, los chiringuitos o los “beach-club” donde se bebe el champán a gollete, en tanto que la contratación de personal médico y de enfermería se cerró a cal y canto, como si éste verano el virus se hubiera apuntado a la jarana y se hubiera olvidado de herir y matar.
Los bares no son imprescindibles, aunque sí, ciertamente, los muchos puestos de trabajo que, aunque precarios, estacionales y mal remunerados, genera la hostelería en España. O dicho de otro modo: lo que es imprescindible no es el bebercio y el chunda-chunda, sino los jornales que para sobrevivir precisa la gente, pero no habría pasado nada, nada malo se entiende, si entre los ERTE y una inteligente recolocación temporal de esos trabajadores (como rastreadores, agentes cívicos para el cumplimiento callejero de los normas sanitarias o personal de ayuda a los millones de ancianos que viven solos), se hubiera prescindido hasta que escampara de esos focos de contagio con el mínimo de perjuicio económico para los empleados del ramo.
La “nueva normalidad”, así, habría sido otra cosa, más estimulante y esperanzadora, y no este “déjà vu” de miedo, confinamiento, desamparo sanitario en la primaria y UCIS atestadas. Claro que tan imprescindible como el personal médico que no se contrató, ni se cuidó, ni se premió tras su gran trabajo en la primera ola, tan imprescindible como eso era haber podido disponer de una clase política con mando en plaza (nacional, autonómica y local) menos sórdida, incapaz, sectaria y majadera, y más instruida, imaginativa, empática y valiente.
Había que elegir entre la bolsa y la vida, y se eligió la bolsa, que es el modo de quedarse sin una cosa ni la otra. La culpa de semejante elección habrá que repartirla, como dejaría sentado esa auditoría científica de los errores cometidos que ningún partido quiere que se haga, entre cuantos primaron la economía sobre la salud, como el gobierno central o el de Ayuso en Madrid, si bien en tanto el primero recula ante las consecuencias de tan mala decisión, la segunda aún persevera ciegamente en el dislate.
Los bares, y quien dice los bares dice también esta clase política descabellada, no son imprescindibles. La salud, sí.  

Ni la bolsa, ni la vida

Te puede interesar