¿Derechos humanos?

Hace un par de días, concretamente el 10, con más pena que gloria, hemos conmemorado el Día Internacional de los Derechos Humanos. Dicha fecha obedece a que este día, en 1948, la inmensa mayoría de los países integrantes de la ONU votó, en la Asamblea General, a favor de aprobar esta declaración universal de derechos de los hombres y las mujeres. El resultado final fue de 48 votos a favor, ninguno en contra y 8 abstenciones, que incluían las de la Unión Soviética, los países del Este, Sudáfrica y Arabia Saudí. 
La declaración consagraba unos derechos, tanto de carácter personal, como los colectivos en relación con la comunidad internacional. Además reconocía los importantes derechos de pensamiento, de libertad de conciencia, de religión y de libertades políticas, además de otros económicos y culturales. Todo ello era muy esperanzador para el género humano, recogiendo las condiciones y límites con que estos derechos deberían ejercerse, pidiendo el establecimiento de un orden social internacional en el que se hiciesen plenamente efectivos los derechos y libertades reconocidos en la declaración reiteradamente citada.
En su día, si bien el documento aprobado por la ONU no tenía carácter obligatorio o vinculante para los países firmantes, lo cierto es que la declaración sirvió de base para la redacción de dos convenciones internacionales, llamadas “Pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos” y “Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”, aprobadas en diciembre de 1966. Estos pactos se reconocen frecuentemente en el mundo judicial y en los tribunales en todo el mundo e, incluso, la declaración universal adquiere el rango constitucional, como es el caso de Argentina o España. En nuestro país, en el Artículo 10,2 de la Constitución de 1978, prácticamente se atribuye a la Declaración el carácter de derecho internacional consuetudinario.
A los jóvenes de la época esto nos parecía, en los años sesenta y setenta del pasado siglo, muy esperanzador y garante de estos derechos inalienables de las personas. Se invocaban en todas las manifestaciones destinadas a presionar para la obtención de más derechos y libertades. Solo recordaremos “el mayo francés de 1968”. Pero “el castillo de naipes” de los derechos humanos se ha venido abajo, paulatinamente, a lo largo de los años. El desamparo de millones de desplazados o refugiados a causa de la guerra, en esta Europa desalmada y el resto del mundo, es patente.
Vemos como, en España, derechos y libertades políticas y económicas se han venido recortando año tras año. Derechos laborales conquistados, tras larga lucha sindical de los trabajadores, se han venido abajo con leyes restrictivas. Derechos de libertad de expresión y opinión se han visto cercenados con la llamada “Ley Mordaza” y vemos, continuamente, como usuarios de redes sociales, cantantes o raperos terminan en prisión, en base a supuestos delitos de odio o exaltación de terrorismo y, por el contrario, observamos que agresiones o expresiones xenófobas de grupos fascistas o neonazis son aparentemente amparadas o tapadas por los poderes públicos y judiciales.
¿Derechos Humanos? En realidad, cada vez tenemos menos derechos y nos hemos vuelto más inhumanos. Preocupante.
 

¿Derechos humanos?

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