PALESTINA

Escribía John Berger en el año 2008: “La muerte de un judío justifica la de cien palestinos”. Ahora, en 2012, la muerte de tres niños judíos –nadie ha probado quién los mató– justifica la muerte hasta ahora de ciento veinticinco palestinos en cinco días bajo la mirada impasible de Occidente. Ahora que encima Siria está devastada, y Egipto con sus conflictos internos, Israel campa a sus anchas. “El pueblo elegido” no sabe vivir conforme a derecho, al derecho internacional; debe ser que sus leyes, más divinas que humanas, solo defienden el ojo por ojo y diente por diente, es decir la venganza que no se prueba. Aparte de impartir justicia, el gobierno israelí se arroba el derecho de invadir Palestina, ya arrebatada por ellos, cuando le viene en gana. Parece que el gobierno israelí encontrase demasiadas justificaciones cada vez que se acerca un acuerdo de paz, o que el entendimiento entre Hamas y el gobierno de Mahmud Abas no fuera de su cuerda. Palestina siempre fue una tierra que acogió a las tres religiones hasta que alguien tuvo la “feliz” idea de fundar un Rstado de Israel en medio de un mundo árabe, un Rstado militarizado; debe ser la primera religión que funda un Rstado. En la memoria de Palestina el año 1948 es la culminación de una catástrofe, en la de Israel, la de un sueño, según Teresa Aranguren.
Debe ser que ese sueño se ha convertido en la pesadilla de los palestinos, un sueño que engendra monstruos como los de Goya. Ese sueño se ha encargado de borrar del mapa cualquier esperanza de vivir en paz en la región y de hacer imposible la vida en Palestina.
Siguiendo con Aranguren, “todas las propiedades, muebles e inmuebles, rústicas y urbanas, las de los ricos y las de los pobres, tierras, campos de cultivo, casas, villas, talleres, fábricas, bibliotecas, muebles y objetos artísticos pasaron a manos del recién creado Estado de Israel”. Lo que de alguna manera quiere el Gobierno israelí, y su sector más radical o fundamentalista es vaciar de sentido, en el sentido físico y espiritual, a Palestina y todo con ayuda de americanos y europeos. Palestina se quiere sin sentido, vacía, “conquistar el lenguaje; conquistar la tierra; vaciar la tierra”, y por lo que se ve lo están logrando. Ahora ya a Palestina se la llama eufemísticamente, los territorios palestinos.

 

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