Tres mujeres

Recordar a tres mujeres de principios del siglo XX, tres cantantes, tres vidas que supusieron el paso del góspel al blues callejero. Flora Molton, Alberta Hunter y Sister Rosseta Tharpe. La primera acabó tocando su slide guitar por las calles de Washington casi ciega, la segunda dejó de cantar para dedicarse a la enfermería, engañando en sus estudios, luego triunfaría en los años ochenta y la hermana Rosseta, qué decir de ella admirada por Johnny Cash entre otros, vestida para ir a la iglesia los domingos y su guitarra eléctrica al cuello. Las tres podrían cantar a coro como si hubieran coincidido en el mismo tren: “Este tren está destinado a la gloria, no lleva más que a los justos y a los santos”. Su aspecto frágil contrasta con las durezas de sus voces sacadas del más polvoriento de los caminos o de los humos de las fábricas. En ellas se rompe de alguna manera la línea entre lo sagrado y lo secular.  Se quedan a medio camino entre el diablo y Dios por si acaso los dos tienen algo que decir.

Tres mujeres

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