Un lápiz para editar

a edición genética avanza y mejora sus técnicas a una velocidad asombrosa. Cuando todavía estábamos fascinados con el horizonte de posibilidades que abría CRISPR-Cas 9, este ya se ha quedado obsoleto sin casi siquiera empezar a desarrollarse su uso en seres humanos. David Liu, del Instituto Broad, presentaba esta semana una nueva forma de edición genética, denominada “Prime editing”, que nos permitiría modificar el genoma de una forma igualmente sencilla que con CRISPR-Cas 9, pero ahorrándonos algunos de sus problemas. 
Las metáforas usadas para entender el funcionamiento de una y otra están basadas en los procesadores de texto. Hemos pasado del “cortar y pegar” al “buscar y reemplazar”. CRISPR-Cas 9 funciona como una especie de tijeras. Seleccionamos el fragmento de ADN que queremos modificar, cortamos la doble hélice y en su lugar ponemos un nuevo fragmento. 
El problema de esta herramienta es que podían producirse cambios no deseados en las letras o bases que escriben el genoma.
La nueva herramienta de David Liu ha solventado este inconveniente. Modificando CRISPR-Cas 9 ha logrado también cambiar la forma de actuar sobre el genoma. 
De igual manera que su predecesor se identifica la parte que se quiere modificar, pero en lugar de cortar la doble hélice, lo que se hace es modificar las letras para cambiar la secuencia. 
En lugar de ser unas tijeras, sería como un lápiz. Con esta nueva forma de editar el genoma se podría llegar a corregir hasta el 89% de las variantes genéticas asociadas con enfermedades en el ser humano.
Hay personas que ante estos avances muestran su preocupación. El miedo a un mal uso de todas estas técnicas es evidente y el hecho de que todos estos avances vayan dos pasos por delante de cualquier tipo de legislación no hace que estos temores se vean mermados. 
Películas de ciencia ficción como Gattaca, en la cual nos presentan un futuro de discriminación basado en el perfil genético, no ayudan tampoco. Sin embargo, hemos de ser positivos y ver el vaso medio lleno. 
Hemos de centrarnos en todo lo bueno que esta edición nos puede reportar, aun cuando sigamos mirando de reojo para evitar posibles usos poco éticos. Para eso es preciso establecer un debate que nos ayude a delimitar cuales son aquellas líneas que no estamos dispuestos a atravesar. El problema, como siempre, no está tanto en la herramienta como en quien la emplea.

Un lápiz para editar

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