Supercherías olímpicas

Citius, altius, fortius. Más rápido, más alto, más fuerte. La frase fue pronunciada por el barón Pierre de Coubertin en la inauguración de los primeros Juegos de la Edad Moderna, en 1896 en Atenas. En ella se resume el espíritu de esta competición que ahora nos tiene a todos enganchados al televisor viendo las hazañas de los deportistas que buscan alcanzar la gloria en Río de Janeiro. Para conseguirlo, muchos son los que no titubean en abrazar la primera superchería que les prometa esa pequeña mejora para despuntar. Un ejemplo es Michael Phelps. En su empeño por destrozar todos los registros de medallas de oro logradas, el nadador (y con él el resto del equipo americano) no ha dudado en dejarse embaucar por la última moda: el cupping. Los moretones redondos que a todos han sorprendido son el resultado de una técnica derivada del acupuntura, que utiliza unos vasos con los que hacer ventosa sobre la piel para así facilitar el flujo de la energía vital. Ningún estudio avala su eficacia, más allá de que resulte inocua, sin efectos negativos. No es la primera ni será la última. En el 2008 empezó a ponerse de moda una serie de tiras de colores en todos los atletas. Eran las cintas K-Tape, que un laboratorio japonés había desarrollado en los años 70. Su popularidad creció hasta convertirse en algo generalizado en el 2012. Un estudio, en el que ni los propios investigadores ni los pacientes sabían quien usaba las cintas verdaderas y quien las del grupo de control, fue incapaz de encontrar una mejora en la disminución del dolor en tendinitis y pinzamientos. Las bebidas isotónicas, los batidos de recuperación, las zapatillas adaptadas, la tiras nasales para mejorar la respiración… la lista es larga y detrás hay más una campaña de marketing que auténtica investigación. Un macroestudio de 2012, en el que se revisó la literatura científica detrás de todos estos productos, se encontró con que el 97,3% de los estudios que financiaban las marcas eran inaceptables. La lucha por ser el mejor es muy exigente. Eso motiva que muchos deportistas acaben abrazando toda esta superchería disfrazada de ciencia. Lo terrible es cuando el ciudadano de a pie se piensa que el secreto para ganar una medalla de oro es ponerse unas ventosas en los hombros, y se olvida de los años de esfuerzo y sacrificio con jornadas maratonianas en la piscina.

Supercherías olímpicas

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