Reguero de pólvora

Siempre se ha dicho que la mentira tiene las patas muy cortas. Pero parece que ahora Internet les ha dado alas. Un estudio impulsado por Twitter y que ahora se ha publicado en la revista Science demuestra que la información falsa llega más lejos, más rápido y a más gente que la verdadera. Ya no estamos hablando de una proliferación de falsedades inundando las redes sociales, estamos diciendo que a la verdad le cuesta mucho más llegar. Y eso es un problema de los gordos.
Como media, las informaciones falsas reciben un 70 por ciento más de retuits que las veraces. A estas les costó seis veces más tiempo alcanzar a 1.500 personas que los bulos. Y si hablamos de política la cosa se pone más vertiginosa: las mentiras políticas alcanzan a 20.000 personas casi tres veces más rápido de lo que tarda el resto de noticias falsas en llegar a 10.000 individuos.
Otra de las conclusiones del estudio es que, al contrario de lo que se cree, los robots aceleraron la difusión de noticias verdaderas y falsas al mismo ritmo. La conclusión es que somos los humanos de carne y hueso los que tenemos más probabilidades de propagar las falsas noticias. Así que todas las políticas destinadas a desenmascarar y atajar a los bots no tendrán mucho resultado si no se consigue educar adecuadamente a la ciudadanía en los peligros que supone el compartir falsas noticias.
El problema es saber identificar adecuadamente esas informaciones falsas. Mucha gente no comparte estos contenidos a sabiendas de que están intoxicando, sino porque realmente creen que aquello que retuitean es cierto. ¿Y por qué entonces es más fácil para las mentiras propagarse? De fondo se encuentra lo que los especialistas denominan el sesgo de confirmación. Preferimos creer lo que confirma aquello que ya creemos.
Muchas de las falsas informaciones que pululan por las redes vienen a alimentar estos fuegos y dan pábulo a teorías conspiranoicas donde la tierra es plana, el hombre no llegó nunca a la luna o las vacunas causan autismo. Cuando se intenta compartir aquellas historias que contradicen estos clamores, de frente se encuentran con muros que se niegan a escuchar. Más nos valdría, en estos tiempos de información exprés, parar a pensar un poco antes de pulsar el botón de compartir e intentar hacer un ejercicio de crítica. Aunque nos estén contando algo que no nos gusta.
 

Reguero de pólvora

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