Nobel para la inmunoterapia

Este lunes se dio a conocer el nombre de los ganadores del Premio Nobel de Medicina. En las quinielas un año más estaba un español, Francis J. Mojica, por su contribución al desarrollo de la técnica de edición genética Cripr. Pero no pudo ser. En su lugar los galardonados fueron James Allison y Tasuku Honjo, los considerados padres de la inmunoterapia.
Cada uno por separado han contribuido al nacimiento de una nueva terapia en el tratamiento contra el cáncer que promete grandes resultados en un futuro cercano y que ya está demostrando su capacidad para plantar cara a una de las enfermedades más temidas. Tanto Allison como Honjo descubrieron diferentes proteínas que se hallaban en los linfocitos y que actuaban como freno para su actividad. El primero descubrió la proteína CTLA-4, mientras que el segundo descubrió la PD-1. Esta última ya ha demostrado una gran eficacia combatiendo cánceres tan diversos como los de pulmón, renal, linfoma o melanoma.
Inhibiendo estas proteínas era posible conseguir que las células T, un tipo de glóbulo blanco, atacasen a las células tumorales. Esto sucedía a principios de los años 90. En menos de 20 años los resultados clínicos avalan estas nuevas estrategias en las cuales el propio sistema inmune del paciente es el arma para combatir el cáncer. Una estrategia que además está demostrando ser especialmente útil en pacientes con cáncer avanzado y metastásico, que hasta hace nada eran considerados intratables.
Una de las ventajas de emplear células T es que estas se desplazan por todo el cuerpo. Por tanto resultan muy eficaces al tratar de enfrentarse a una enfermedad diseminada como es el caso del cáncer metastásico, cuando aparecen tumores en órganos diferentes al del origen de la enfermedad. La otra ventaja es que se trata de un tratamiento duradero en el tiempo. Una vez que se enseña al sistema inmune a atacar a las células tumorales, este lo recuerda y mantiene a raya las posibles recaídas.
Pero aunque muchas son sus ventajas, también hay problemas derivados de quitar estos frenos de los linfocitos. Entre los efectos secundarios que pueden producirse está que el sistema inmune acabe atacando también a células sanas del paciente. Sin embargo ya hay diferentes estrategias encaminadas a evitar esto y enseñar de forma más precisa a los linfocitos cual es la diana exacta a la que se han de dirigir.
 

Nobel para la inmunoterapia

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