Las opiniones peligrosas

España es un país de 46 millones de seleccionadores de fútbol, de arquitectos y de ingenieros. Un país lleno de especialistas en macro y microeconomía. Cualquiera tiene la capacidad para explicar, en un par de sentencias, todo lo que hay que saber de nutrición y dietética. 
Y por supuesto todos sabemos mucho de biomedicina. Como Javier Cárdenas, quien no se ruborizó al declarar en público la vinculación existente entre el autismo y las vacunas en los Estados Unidos. Ante el revuelo de sus palabras, muchos fueron los que le exigieron una disculpa. Lejos de hacerlo, ha cargado contra los profesionales de la salud que han denunciado sus peligrosas palabras. 
Para justificarse, se ha limitado a exponer unos artículos encontrados en internet que supuestamente le daban la razón. 
El problema es que, si nos ponemos a buscar en la red, encontraremos artículos que justifican cualquier cosa. 
Que la tierra es plana, que el holocausto nazi no ha existido o que los antiguos egipcios eran en realidad una raza de alienígenas con cabezas de animales que gracias a sus avanzados conocimientos pudieron construir las pirámides. 
Pero vincular las vacunas con el autismo no solo es una sinrazón, que no tiene ninguna base científica. Además es un discurso que cuesta vidas. 
Enfermedades casi erradicadas han resurgido con fuerza en los últimos tiempos gracias a la proliferación de los movimientos antivacunas. 
Sin ir más lejos el sarampión ya se está cobrando víctimas en Portugal, Rumanía o Alemania, donde los casos se han disparado los últimos años. Esa evidencia si que está demostrada: sin vacunas, volvemos a enfermar.
Los estudios y ensayos clínicos no se cansan de repetir que las vacunas son seguras. Desde luego mucho más que exponerse a las enfermedades. El famoso estudio de Wakefield que relacionaba vacunas y autismo se descubrió que era un fraude, pensado para estafar a la industria farmacéutica, pero se sigue citando sin rubor. 
Tenemos un problema de “expertitis” y pensamos que cinco minutos en Google nos convierten en autoridades de lo que sea. 
En vez de acudir a auténticos expertos, personajes que ocupan tribunas públicas se han dedicado a propagar bulos que atentan contra la salud pública, escudándose en una mal entendida libertad de expresión. 
En temas de salud, mejor que los consejos de cualquier presentador es acudir a un médico.
 

Las opiniones peligrosas

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