La raíz del problema

Este pasado fin de semana se celebró en Barcelona el XIV Congreso de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS). Se trata esta de la principal cita del año en la que se abordan temas de interés sobre un aspecto tan esencial como la comunicación en el ámbito de la salud. El lema escogido para esta edición fue “Las fronteras de la comunicación en salud” y en él se abordaron temas como el uso de las imágenes de víctimas de atentados y sucesos en los medios o la lucha contra los bulos sanitarios.
Este último punto suscitó mucho interés, ya que en los últimos tiempos está acaparando una gran atención. La rapidez de transmisión de las nuevas tecnologías sumada a la capacidad viralizadora de las redes sociales han supuesto un campo abonado para la transmisión de estos bulos, algunos de los cuales pueden parecer inocuos, pero que tienen un gran impacto no ya solo en la salud de las personas, sino incluso en la gestión de los servicios sanitarios, como cuando se llegan a colapsar los centros para la donación de sangre con falsas llamadas en situaciones de emergencia.
El daño que ocasionan estas falsas informaciones en un tema tan sensible como la salud es innegable y cada vez se ha puesto más el foco en detectarlas y combatirlas. Iniciativas como #SaludSinBulos, donde profesionales sanitarios trabajan codo con codo con los comunicadores para desenmascarar estas nocivas mentiras son desde luego loables. Pero, aunque necesarias, me parece que no acaban de atacar a la raíz del problema y se centran solo en sus síntomas, como quien receta antiinflamatorios cuando se rompe una pierna.
La verdadera problemática radica en la incapacidad de una gran parte de la sociedad de hacer una lectura crítica de los contenidos que le llegan. Nos creemos muchas cosas sin plantearnos a veces ni un mínimo atisbo de duda sobre esta información y directamente pulsamos reenviar. Mirar de dónde viene una información, quien la avala o algo tan sencillo como corroborar la fecha en que se publica deberían ser mecanismos automatizados cada vez que algo nos llega a través de nuestras redes sociales. Pero por desgracia eso no es así, y mientras no incluyamos en la educación de los más jóvenes la necesidad de llevar a cabo este ejercicio de lectura crítica, estaremos continuamente peleando contra nuevas mareas de bulos que acabarán por ahogarnos.

La raíz del problema

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