La zapatilla

Dudo entre considerar si la legislación laxa que padecemos es cosa de mucha progresía o si es que hay cuestiones que de progre no tienen nada y sí, en cambio, mucho de ver con ser el resultado de tener listillos gobernando, unas veces elegidos con el voto  ciudadano de los que no se sabe bien dónde tienen la conciencia y otras, por pactos entre aquellos que no dudan en cambiar de principios cada dos por tres, buscando votos como quien busca mercado donde vender, con tal de seguir en el poder.
El caso es que todo lo que está ocurriendo en esta España supuestamente democrática es muy preocupante: acoso escolar por parte de críos que graban y muestran orgullosos a las redes su enorme miseria humana ya a tan temprana edad; muerte de adolescentes por botellón (en botellódromos autorizados en su día por políticos, entusiasmados con la idea), peleas de pandilleros sin estudios ni trabajo pero con móvil, coche y dinero para alcohol, también seguidores futboleros, rompiendo bienes públicos y privados; corrupción, tan extendida y penetrada en todos los estamentos, cumpliendo el axioma de que la ocasión hace al ladrón; jueces cuyas alarmantes declaraciones y sentencias reclaman un análisis mental; jueces en el banquillo por actuar con juicio y buen criterio. Exasperante violencia machista, con salida posterior a la puerta de los edificios institucionales para realizar la declaración cariacontecida subsiguiente y ya está… Esta España de pobreza, pillaje, vandalismo y delincuencia emergentes, vulgar y de cuello blanco, sino hay políticas ni justicia “justa” que la frene, ¿cómo se combate? Con la zapatilla.  
Entiéndanlo como quieran, en sentido literal, metafórico o en ambos y en ambos ámbitos, público y privado. “Mi madre, de un guantazo me cura la depresión y me alinea los chakras en su sitio”. No hay nada más definitivo que ver a una madre con determinación, sacando la zapatilla. ¿Recuerdan ustedes la madre que tras ver por televisión a su hijo haciendo el indio en una manifa rompe-cristales y quema-contenedores, bajó ella misma a la calle y lo sacó de la misma a guantazo limpio? Con una madre así no sería la Guardia Civil la que llevase tiempo rastreando el Guadalquivir sino el que se ríe de ella. ¿Recuerdan el programa televisivo Nani o Hermano Mayor, especialistas en reeducación de hijos “difíciles”?  Preguntándole a un amigo que iba a ser papá qué haría si le saliese el hijo así, contestó sin dudar: “Lo mato a hostias”. Y es que el denominador común de aquellos casos era la falta de autoridad en casa.  Desde que el mundo es mundo, es necesario dejar claro, sin fisuras, quién dirige la orquesta, quién guía la manada. 
Una madre enérgica y decidida, que no confunda ser madre con ser amiga, blandiendo la zapatilla,  no ofrece duda alguna de que no hay más autoridad que ella para embridar la situación, sin hacer dejación de funciones. ¿Qué clase de padres tendrán esos adolescentes? Irresponsables.  Y padres e hijos irresponsables, ¿qué clase de voto ejercerán? Con estos mimbres, favorecidos por todos los gobiernos anteriores, cazavotos a base de concesiones (botellódromos, aeropuertos o estatutos de autonomía) se ha ido deconstruyendo aquella sociedad de orden y bienestar que tanto se echa ya de menos hasta llegar a esta alarmante situación en la que, con el sentido de humor que nos caracteriza, hacemos coplillas y chirigotas, viendo normal que nos roben la pasta y la vida.
Como advierte Miguel Ángel Revilla en un vídeo que se ha convertido en viral: “se está jugando con fuego”; la resolución judicial coña marinera del asunto Urdangarín deja bien patente que en este país si eres de familia considerada VIP y robas mucho, pero mucho, mucho, eres villano sólo para una parte del pueblo. Para la otra y para la jet, eres todo un crack a imitar a la mínima oportunidad. Por tanto, concluyendo: a esta sociedad irresponsable por la acción y dejación de los gobiernos y sus partidos, sólo la endereza una legión de madres sabiendo utilizar la zapatilla cómo y cuándo sólo ellas saben que han de hacerlo. De lo contrario, seguiremos expuestos a que siga gobernándonos lo peor: “Toño, ya tengo trabajo para tu hijo, el que plantó los estudios. Asesor del Presidente del gobierno. Unos 15.000 euros al mes” “Por favor, consígueme algo más modesto; está empezando… Algo de unos 700-800 euros”. “No, eso es imposible, Toño; esos puestos son por concurso y necesita currículum académico, experiencia laboral previa e inglés”.
 

La zapatilla

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