El futuro de una nación rica

lgunas declaraciones de dirigentes públicos parecen extraídas de los libros de Jaimito pareciendo, por lo tanto, jaimitadas.
Que la Xunta de Galicia pida a la ciudadanía “el máximo compromiso” al iniciarse la época de incendios no parece que sea más que un brindis al sol y un falar por falar. Cualquier alcalde le pide también a sus conciudadanos ese mismo “máximo compromiso” para no ensuciar las calles: recoger las heces caninas, no dar de comer a las palomas, no escupir chicles al suelo, no romper farolas, contenedores o cualquier otro equipamiento público, no pegotear anuncios en buzones exteriores o bajantes de pluviales… Mas por cada uno cumplidor, nueve ensucian y destrozan.
A los hechos bien recientes no hay que remitirse: toneladas de basura recogidas del suelo de Madrid tras los festejos del Orgullo Gay, las playas dónde se hicieron luminarias y conciertos la Noche de San Juan o las plazas en las que se celebran macro o micro botellones. Plásticos, papeles, colillas… Es espejo que devuelve fielmente la imagen de que, como colectivo, además de incívicos somos guarros, para beneplácito de los poderes públicos que tras solicitar ese “máximo compromiso”, se prestan encantados a limpiar “esa máxima, sí, expresión de incultura”, dando lugar a que una y otra vez haya que contratar, pagar extras y demás por tal servicio de limpieza, dando lugar a lo que hasta hoy suelen seguir dando lugar los contratos públicos: baile de cifras, sobres, enriquecimientos ilícitos y demás orgías, tal como nos vamos enterando por la prensa.
En el monte no hay brigadas que retiren esa porquería tirada por los destinatarios de la súplica xunteira: neumáticos, frigoríficos, monitores de P.C…. Ya hay que tener… Ni se sabe qué hay que tener en el cerebro para tal comportamiento... En tal punto cabe preguntarse si los 7.000 efectivos integrantes del Plan de Prevención y Defensa contra incendios anunciados por la Xunta de Galicia, que se juegan la vida en cada uno de ellos, no darían más y mejor servicio y estarían más contentos trabajando en labores de vigilancia, limpieza y mantenimiento del monte gallego que en la propia extinción, en plena virulencia del fuego.
La única explicación hallada es que tratar de hacer las cosas bien acaba siendo más rentable y económico, sí, pero no genera el facilón gasto reiterado que permite recurrir al apetitoso akelarre de contratos y subcontratos a que da lugar; algo parecido a la afición de muchos municipios a recurrir a un continuo abrir y cerrar zanjas en el mismo emplazamiento. 
A mayores de las declaraciones aludidas, el Gobierno gallego seguía brindando: “que no descarta endurecer las sanciones para mantener limpio el monte”. Ya. ¡Si ni siquiera la administración municipal, salvo contadísimas excepciones, obliga a los propietarios del rural a mantener limpios sus fundos ni sus lindes! Sólo emite un bando apercibiendo y nada más, forzando a la existencia de malos rollos entre vecinos por tener que llamarse la atención, denunciar ante el concello o proceder a entrar en predio ajeno para desbrozar e impedir la invasión de las zarzas del colindante, teniendo encima que aguantar del colindante “descuidado” que tenga más que decir. 
Tratándose del monte el caso es más sangrante porque es el propio Gobierno, bajo el mando del de turno, quien lleva la intemerata sin ordenarlo pero cacareando con anuncios, estudios y programas mientras aboca a su desvalorización para el propietario, quien acaba abandonándolo por no poder vivir ni en el medio ni del medio debido a la maraña de impedimentos puestos por quienes del monte sólo saben que sirve para hacer footing, mountanbike y pasear con el perro, además de amilanarse ante los pronunciamientos de los negacionistas profesionales.
En resumen, la ciudadanía tiene una asignatura pendiente que es la de no sólo no dejarse engañar sino también la de desenmascarar, personalizando y con fundamento, a los incompetentes y a aquellas organizaciones que emiten insensateces para justificar su actividad por tirar de subvenciones públicas para su existencia, engañando a todo Dios con sus mensajes. 
Que aún en el 2017 el monte gallego esté sin industrializar debidamente conforme a un mapa de usos e intereses convenientes a su desarrollo social, económico y medioambiental es como para hacer algo más que retirar el voto a quienes en estos años han tenido responsabilidades de gobierno y los pasaron haciendo grandilocuentes declaraciones nada prácticas a estos efectos ni del negocio que se genera en torno a los incendios. Siete mil efectivos…, parecen muchos efectivos…; si se ha de pagar por horas de vuelo y por incendio, sería preferible volar para avistar y prevenir y los efectivos en lugar de jugarse la vida apagando…, dedicarlos a limpiar y mantener para impedir los incendios virulentos que continuamente se están viendo los últimos tiempos.
PP, PSOE + BNG, PP otra vez… y, a excepción de la mariña lucense y el norte coruñés, el monte “está a monte”, nunca mejor dicho. Dice un tal @joluanguita en las redes: “¿Qué cimientos soporta a esta gran nación que con personajes tan nefastos en el poder continúa subsistiendo?” “El futuro de una nación rica en agricultura, pesca, foresta,…, es la creación de infraestructura industrial que cree riqueza. Necesitamos cerebros. Políticos no”. Como para no estar de acuerdo.
 

El futuro de una nación rica

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