Vicios políticos

Montarse una película no es difícil, cada quien se busca sus argumentos para tratar de explicar o justificar lo que le ocurre. A veces la susodicha película que cada uno nos podemos montar se acerca a la realidad, pero otras no tiene nada que ver con lo que verdaderamente está pasando. Es fácil caer en la tentación de echar la culpa a otros de nuestros propios complejos o defectos. Incluso podemos revertir la realidad, acusando a los demás de nuestras debilidades o problemas.
Es bastante fácil que esto ocurra en la adolescencia, cuando todavía no se tiene un criterio muy claro de las cosas. Sin embargo, por lo general, esa etapa adolescente se supera; luego las personas hemos de apechugar con nuestras propias responsabilidades.
Por desgracia no siempre ocurre así, más de uno conserva la costumbre, a lo largo de toda su vida, de buscar algún culpable para sus fracasos y limitaciones. No hay más que ver a nuestros políticos que llevan un año echándose la culpa unos a otros, ante su incapacidad para salir del atasco en que nos encontramos.
En todo caso, y ante la perspectiva de terceras elecciones generales, lo que produce esta actitud de los líderes políticos y, sobre todo, de los partidos y sus ejecutivas, es aburrimiento. Así que muchos hemos dado el caso por perdido, supongo que continuaremos cumpliendo nuestros deberes cívicos, incluido el de votar, aunque sin demasiadas esperanzas.
Estos y otros vicios de la política, pueden venir derivados de un  sistema electoral con listas cerradas, que permite a los partidos, a veces ideologizados demás, controlar  de forma corporativa, cuando no gremial, la bicoca de los cargos públicos. Al final se trata de ese vicio tan humano de crear grupos de presión para conseguir algunas cosas o defender determinados intereses.
Nada tengo contra la capacidad de asociación y cooperación de quienes trabajan para alcanzar un fin legítimo. Como medievalista valoro la parte positiva que en otros tiempos pudieron tener corporaciones y gremios, en el desarrollo de nuestras ciudades e industrias. No soy de los que usan la acusación de corporativismo como arma arrojadiza.
Sin embargo, resulta cada vez más difícil de tragar la falta de coherencia y altura de miras de nuestros líderes políticos. No sé si se podrá, a la vista de lo que está ocurriendo, modificar el sistema electoral; ni siquiera sé si será posible e incluso conveniente hacerlo. Sólo hay una cosa evidente y es que, quienes supuestamente nos representan, tienen que tomar otra actitud algo más madura. Y si no son capaces que se vayan y dejen pasar a otros; sobre todo por parte de quienes menos respaldo tienen y más poder quieren.
 

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