Profetas y advenedizos

No se veía nada parecido desde los tiempos bíblicos, cual Moisés llamado a sacar a los judíos de Egipto, Puigdemont está dispuesto a sacar a los catalanes de España. El problema radica en que, en este caso, la tierra prometida está ocupada por otros tantos que no quieren marcharse y que además consideran a esa tierra, pese a quien pese, como perteneciente a todos los españoles. Sin embargo, para un visionario tan aguerrido estas pequeñas minucias no tienen importancia. Monte del monte no se rinde, faltaría plus que dicen los franchutes. Así que nada, a sacar la barita y arrojar las siete plagas sobre España.
No voy a decir que de momento haya conseguido convertir el agua en sangre, la primera de las plagas que tuvieron que sufrir los egipcios, pero a cambio ha sembrado el odio a todo lo español, emponzoñando la vida política catalana, que ya era de por sí una cloaca. Lo que no le han faltado son las ranas cantoras, las más ruidosas y desaforadas, con su croar incesante y su lengua salivosa. Tampoco los piojos y las moscas que acuden a la roña, como los antisistema al conflicto. A cambio de peste sobre el ganado y otras enfermedades ulcerosas, Puigdemont y los suyos han decidido pasarse la Constitución y las leyes por el forro. Amenazando, no ya con granizo y fuego al resto de los españoles, sino con su desprecio e indiferencia, fundamentada en la supuesta superioridad.
Sin embargo, al final Puigdemont, a diferencia de Moisés, salió de España casi solo, buscando su propia tierra prometida, dispuesto a una larga travesía por el desierto. Pero la supuesta travesía se convirtió, como todo lo suyo, en un viaje a ninguna parte y con un horizonte penal bastante turbio. No sé si la porrada de años que los israelitas se pasaron vagando por el desierto, se los pasará el expresident y algunos de los suyos andando por una Europa poco solidaria. De lo que si estoy seguro es que de lo único que es profeta Puigdemont es de la mentira, en esto no se parece nada a Moisés. Tiene narices que con tanta patraña y tanta historia falsificada, todavía haya gente preparada e inteligente que se crea sus trolas.
Yo me he llevado alguna que otra desilusión, hablando con antiguos compañeros y colaboradores del ámbito universitario, a quienes admiro y aprecio por su valía desde hace años, que ahora respiran por una herida nacionalista, verdaderamente deprimente. Pura intoxicación, que cuenta incluso con conversos, que al final suelen ser los más radicales; incluido algún que otro deportista, rencoroso donde los haya, cuya admiración legítima y justificada por lo “catalán”, se convierte en su boca en baboseo nacionalista de advenedizo bien pagado.

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