Incorruptos

Siempre recordaré la impresión que me causó una foto incluida en un viejo Manuel de Historia Medieval, en la que aparecía el cadáver incorrupto de un obispo y cronista castellano del siglo XIII. La instantánea había sido tomada en el momento de abrir la tumba del famoso personaje, enterrado en la Catedral de Toledo. También me contaron, pero de esto no estoy tan seguro, que en realidad la momia del bueno de don Rodrigo Jiménez de Rada, que así se llamaba, era tan sólo una capa de ceniza que había adoptado la forma de su cuerpo, de tal manera que al poco de estar expuesta al aire, se deshizo sin dejar apenas rastro. Aunque resulte algo macabro, es lo que puede pasar cuando uno se dedica a destapar tumbas para ver que queda dentro. Incluso en aquellos casos en que el cuerpo de un determinado difunto, se conserva más o menos entero después de algún tiempo, hay que reconocer que siempre hay un grado de deterioro muy cercano a lo que llamamos corrupción.
En realidad, que un cuerpo entre en descomposición y se corrompa no deja de ser algo natural. Pero prefiero no abundar en el tema, pues puede resultar no solo macabro sino incluso siniestro. Siendo así me paso al mundo de los vivos, donde también hay algunos incorruptos, por lo menos en apariencia, a los que de pronto se les cae la careta de honradez y queda a la vista un comportamiento nada recomendable. A estas alturas es difícil escandalizarse, pues a base de ver tantos casos ya no impresiona como la primera vez. Aunque sea volver al tema de los muertos, la impresión que me causó la foto de la momia de don Rodrigo, no se repitió cuando tuve ocasión, ya como historiador y mayorcito, de asistir a la apertura de alguna que otra tumba de personaje histórico.
En todo caso, el tema de la corrupción, tan recurrente en nuestra sociedad y en nuestros tiempos, no es ninguna novedad. Se trata de un problema bastante universal, acompañado por desgracia de mucho fariseísmo, sobre todo en el ámbito público. La moralidad en este aspecto parece que ya no tiene ningún valor, se quiere poner remedio a base de persecución y de control, con poco o relativo éxito. A lo mejor es que, sobre todo en el ámbito político, más que poner remedio lo que se pretende es convertir a la corrupción en arma arrojadiza.
Es penoso lo que está ocurriendo, como más de uno dice dan ganas de vomitar, hay que ir a votar tapándose la nariz ¿En qué país vivimos? ¿Qué piensan los políticos? Y lo peor es a donde vamos a llegar, a un populismo aparentemente sano pero tan falso y peligroso como la propia corrupción, la tumba de las libertades y de la prosperidad. Esto huele fatal, lo que menos nos hace falta es que nadie nos redima sino que nos gobierne honradamente.

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