Echenique I, el enredador

Pablo Echenique, nacido en Argentina, inexperto y algo analfabeto en cuestiones históricas, pretende que Aragón sea un país, pero un país soberano, separado de España. Vive en Zaragoza, una ciudad que ya existía 300 años antes del nacimiento de Cristo, y que cambió el nombre de Salduie al de Cesaraugusta, Zaragoza, unos 600 años antes de que los Echenique surgieran en Pamplona, y algunos de ellos marcharan al otro lado del océano Atlántico, después de que Fernando el Católico de Aragón e Isabel la Católica subvencionaran, gracias al dinero de un judío llamado Santángel, el viaje que sirvió para encontrarnos con el continente americano.
España ya existía en tiempo de los romanos, se llamaba Hispania, y en el siglo XVII, cuando comenzaba a ser un pueblo Rosario, en la provincia argentina de Santa Fé, la ciudad en la que nació Echenique I, El Enredador, en Zaragoza ya estaba en funcionamiento el hospital de Gracia y la casa del hospicio, hoy sede de la autonomía.
Comprendo que, al ser de ciencias, la materia histórica se le escape, pero Aragón no necesita ser soberano, porque Aragón es el corazón de España, como el esqueleto lo es Castilla. Y en la principal plaza de Nápoles, hay una estupenda colección de reyes aragoneses, porque Nápoles perteneció durante mucho tiempo al Reino de Aragón, como formaba parte de él el condado de Barcelona. 
Comprendo su vocación de trocear España, convertir mi patria en un puzzle de reinos taifas, pero las taifas hace ya medio milenio que no existen. Como aragonés le puede recordar una jota: “Conoció a España, sin verla,/ porque vio un cuadro de Goya, leyó un trozo del Quijote, /y oyó cantar una jota”. Mire, usted, Aragón es España, y los aragoneses no necesitamos que vengan a explicarnos quienes somos. Se lo explicó yo con otra jota popular: “Debajo de mi balcón,/ tengo un nido de jilgueros/, por Dios te ruego, Echenique,/ que no nos toques los güevos”.

Echenique I, el enredador

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