Dolores diferentes

Dolores de Cospedal ha dimitido de sus cargos en el partido, pero Dolores Delgado, la mentirosa ministra de Justicia, que engañó al Parlamento diciendo que no conocía de nada al excomisario  Villarejo, sigue de Notaria Mayor del Reino.
El monje Ábalos, virtuoso y adivino con vocación de Torquemada, solicita la dimisión de Cospedal en cuanto tiene un micrófono delante, pero el monje Ábalos, tan exigente en la moralidad de Dolores de Cospedal, se torna misericordioso y altamente clemente con la dependencia amistosa de la ministra de Justicia con el juez prevaricador Baltasar Garzón y sus compadreos con Villarejo, donde la prostitución se da por buena si la finalidad lo merece.
Creo que las dos Dolores son capaces, inteligentes, tenaces, voluntariosas y han sido buenas para sus partidos. Pero no pueden aguantar mucho tiempo. No se puede ser Notaria Mayor del Reino, depositaria de la Fe en las ceremonias de juramento de los cargos de los ministros, y haber mentido con descaro impropio de su función. Y no debería mantener Cospedal el escaño, si con su presencia le está haciendo daño al partido.
Y el monje Ábalos, tan exigente con las faltas de virtud observadas en el Partido Popular, debe convenir que no se puede ser intransigente y riguroso con una Dolores (Cospedal), y tratar con exceso de indulgencia y tolerancia a la otra Dolores (Delgado) porque la afición va a notar una parcialidad que llega al ridículo, y que le pueden provocar a él dolores (de cabeza), a no ser que piense que este público que tanto le vota se ha vuelto gilipollas, y no distingue a un ministro honrado de un ministro cínico. 
Bueno, también podría su jefe publicar un decreto ley mediante el cual se estipule que los gobernantes de izquierda nunca mienten, aunque lo parezca. Y así el monje virtuoso, Abalos, podría seguir dogmatizando sin temor a vivir en esa contradicción en la que habita.

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