Sexo, gramática y bicicletas

Hoy, créanme, me siento satisfecho, reconfortado con esta España nuestra. La prensa deportiva, machista cual ninguna, y la de información general nos ilustran sobre novedades progresistas y modernizadoras que los organizadores de la Vuelta al Estado (español) van a poner en vigor. A saber: las azafatas (mujeres-objeto) van a alternar con azafatos; al vencedor se le despoja de cualquier tentativa de besuqueo a las azafatas de turno; al ganador de etapa le pondrá el maillot de un afamado ciclista, gallego y ganador del Tour. ¡Qué alegría! Se acabó el machismo sexista, se acabó la mujer-florero, la discriminación sigue a la baja y ya la mujer española ha sido redimida de obsequiar al héroe del pedal con un casto beso. Siempre presumió la Francia chovinista de ir a la cabeza de la progresía, de fomentar la igualdad de sexos, de promover la defensa de los derechos de la mujer, materias en las que hasta ayer mismo íbamos en el furgón de cola. Hoy, valga el símil ciclista, tenemos que mirar atrás para ver a los franchutes.
Permítanme, sin embargo, que ahonde yo en eso de los duplos o parejas léxicas ―azafata, azafato, por ejemplo― hoy ya introducidas con éxito en nuestro idioma. El antecedente primero fue aquel de jóvenes/jóvenas que la derecha montaraz atribuyó a doña Carmen Romero.
Sin embargo, fueron ministras del señor Zapatero, en particular la llamada Bibiana Aído, las que promovieron el uso de las palabrejas en parejas para regocijo del personal y asombro de los académicos de turno. Fruto de la fiebre de creatividad verbal surgieron bimembraciones que acabaran con la discriminación verbal sexista: hombro-hombra, pierna-pierno, miembro-miembra, calcetín-calcetina, ojo-oja, brazo-braza, árbitro-árbitra, balón-balona y muchísimas más que han dejado al género gramatical, pocas veces regulado por el sexo, hecho unos zorros.
¡Qué injusta es la vida! Doña María Moliner dedicó media vida a su Diccionario de uso del español y la señora Aído, de la noche a la mañana y sin otros títulos en materia de lenguaje, amplía y enriquece nuestro vocabulario renovando el género gramatical y dando así visibilidad a la mujer, subyugada por el machismo del idioma, que ahora sin embargo apuntala la igualdad al explicitar: ellas-ellos, amigos-amigas, parientes-parientas, bien venidos-bien venidas, electores-electoras y así sucesivamente.
Para alcanzar estas cotas de revolución igualitaria, oiga usted, no se necesita nada: ni leer, ni estudiar, ni reflexionar, ni conocer norma gramatical alguna. Solo es cuestión de ingenio, ignorancia espesa y mucha cara dura; también deseo de revancha contra el secular machismo discriminatorio. Y ahí acierta de nuevo la señora Aído, que fue ministra de Igualdad. Debemos entonar, pues, los ciudadanos, un mea culpa general.
Y acabo. Sonoros aplausos para el ciclismo y sus autoridades en esta renovada Vuelta. El público femenino ha de abarrotar pistas, carreteras y puertos (de montaña) por los que pasará la “serpiente multicolor” que decían los maestros Matías Prats y Enrique Mariñas. Por cierto, para cuándo alguna mujer en el Giro, el Tour o la Vuelta. ¿Siguen siendo desiguales ellas-ellos? ¡Hay que corregir esa ignorancia sin falta! ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Sexo, gramática y bicicletas

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