Pero ¿era un sueño?

La España feliz, la que crecía como un tiro, creaba empleo, garantizaba las pensiones y guardaba con firmeza la unidad patria era toda una promesa de felicidad, hasta que un ruido inesperado nos despertó del sueño. Entonces descubrimos que el crecimiento se basaba en el empobrecimiento colectivo, los empleos que se creaban eran basura, temporales y pagados míseramente, los talentos huían despavoridos a países más generosos y prometedores, los pensionistas se acordaban de la mamá de más de uno cuando les ingresaron un eurito de subida al mes, y los ciudadanos asistieron atónitos al baile de máscaras del independentismo que se hacían pis sobre la tumba de la ley. Por si fuera poco, España, otrora referencia de lucha por las libertades de expresión y los derechos civiles se despertó abruptamente con brotes de censura por todas partes, aquelarres religiosos contra los impíos y multas a los que se manifiestan pacíficamente, incluso en Murcia. Y de la interminable ristra de chorizos mejor ni hablar. Habrá que pedir que alguien nos ponga a dormir otra vez.

Pero ¿era un sueño?

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