Examen de conciencia

e preguntaba si sus señorías pero sobre todo los “jefes” de los partidos habrán dedicado algunos minutos a reflexionar sobre el clima insalubre que están instaurando en la sociedad a cuenta de los insultos y descalificaciones de los unos contra los otros.
Sin embargo en vista del “tono” que han utilizado los unos y los otros durante sus mítines de fin de semana parece que la esperanza de que cambien es tanto como creer en los Reyes Magos.
Es evidente que nuestro país tiene problemas, al igual que otros países tienen los suyos propios, y es lógico que Gobierno y oposición mantengan discrepancias sobre la solución de esos problemas y que por tanto el debate pueda ser duro, pero una cosa es la dureza de los argumentos de fondo y otra muy distinta que el único argumento sea el insulto.
Tiene razón Manuela Carmena cuando asegura que los discursos de los políticos son “simples, infantiles y teatrales”. En realidad la alcaldesa de Madrid, dado su natural amable, se queda corta a la hora de enjuiciar como se las gastan nuestros políticos en sus intervenciones públicas.
Algunos han convertido la sesiones parlamentarias en un esperpento. Luego se extrañaran del desafecto creciente de muchos ciudadanos hacía la clase política. La falta de respeto que se profesan algunos grupos políticos, la mala educación de la que algunos diputados hacen gala, la ausencia de argumentos a la hora del debate que se suele circunscribir tan solo en insultos, lo único que provoca es desazón y hastío en la ciudadanía.
Y no basta con que el Presidente Sánchez tuitee compungido que hay que pedir perdón por el espectáculo del otro día en el Parlamento, si al minuto siguiente algunos de los suyos, y él también en otras ocasiones, se dedica a señalar a sus adversarios, lease PP y Ciudadanos, diciendo de ellos que son poco menos que fascistas.
De la misma manera que desde el PP y Ciudadanos tampoco se quedan cortos a la hora de buscar por donde desprestigiar al Gobierno.
Una cosa es la confrontación de ideas y programas y otras el insulto fácil y zafio al que parecen dados los unos y los otros.
En mi opinión estas actitudes repercuten en la normal convivencia entre los ciudadanos.
Se lo deberían de pensar dos veces antes de seguir por la senda del insulto y de las palabras gruesas. Las consecuencias pueden ser irreversibles para la calidad de nuestra democracia.

Examen de conciencia

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