FERROL. MENOS CALLES PEATONALES Y MÁS PEATONES

La calle debe ser un espacio para la convivencia y el lugar donde los ciudadanos puedan pasear, visitar los establecimientos comerciales y relacionarse con sus amigos y conocidos. De la misma forma, la plaza tiene que ser la extensión natural de la calle, como espacio de solaz y de convivencia de pequeños y mayores. 
Las calles siempre fueron el testimonio de la vida social y cultural de una urbe. Hoy algunos urbanistas, basados en los llamados criterios de ”movilidad sostenible”, tratan de poner de moda una especie de calles peatonales, concebidas como vías comerciales y  de servicio de la ciudad, suponiendo (mucho suponer) la previa existencia de un adecuado transporte público. 
Sus ventajas, en teoría, son: menor contaminación (incluso acústica), disminución de accidentes y mayor integración social. Sus inconvenientes: problemas de circulación para usuarios de comercios y hoteles, incluso para los propios vecinos, escasa utilidad y estética de un mobiliario urbano a veces excesivo, y efecto frontera de congestión en las zonas adyacentes, entre otros.
En el caso de Ferrol últimamente se recurrió a aumentar el número de calles peatonales para promocionar la ciudad, en vez de atraer al centro histórico a los escasos visitantes que llegan a la urbe. El primero y serio problema que se le fue de las manos al Concello anterior fue el abuso de los establecimientos de hostelería al situar de forma incontrolada las terrazas en plazas y calles, a veces colocando unas inadmisibles estructuras fijas, privatizando los espacios públicos, mientras que la nueva Corporación, en otra de sus muchas torpezas, no solo no ha corregido sino que incluso ha aumentado el cierre de calles.
Un caso paradigmático es el abuso cometido en la Plaza de Amboage, la única plaza digna de tal nombre que queda en Ferrol, después del destrozo de las plazas de España y Armas y de la Praza Vella. 
La plaza de Amboage tiene ocupada un 40% de su superficie por las terrazas de cinco cafeterías, varias de ellas dotadas de estructuras fijas. Las terrazas ocupan el 75% de su perímetro, taponando las escaleras de entrada desde la calle Real e impidiendo el uso y disfrute por parte de los ciudadanos de la mayoría de los banquillos públicos. 
En varios lugares las terrazas taponan pasos de cebra y no permiten el tránsito de peatones, creando un escenario indeseable para la convivencia urbana, además de dificultar, e incluso impedir, el paso de los vehículos de servicios de urgencia: ambulancias, bomberos o policía. A lo anterior, se suma el problema de las interminables obras y cambios de dirección de las calles de Ferrol, originando un penoso escenario para la errática circulación y el necesario aparcamiento. 
Con esta exagerada peatonalización y la desmesurada anchura de las aceras se impide el necesario aparcamiento de los propios vecinos (que no siempre disponen de garaje), de las personas que vienen a trabajar a Ferrol, de los vecinos de barrios como Ultramar y Caranza en su traslado al centro, en fin, de los automovilistas que tienen que acceder al barrio de la Magdalena y que no siempre pueden pagar las tarifas de los aparcamientos privados.
Con referencia al barrio de la Magdalena somos muchas las personas que no usamos el coche dentro de la ciudad y que consideramos suficiente la anterior peatonalización de las calles Real, Galiano y Dolores, además de alguna actuación puntual como la calle del Carmen y alguna calle de Ferrol Vello. 
Mientras que los hosteleros de la ciudad se ufanan de haber inventado las Terrazas Alpendre y las Terrazas Galpón, se puede decir de los urbanistas ferrolanos aquello que Cervantes opinaba sobre los poetas: no tienen solución, padecen una enfermedad incurable y contagiosa. Alguien lo expresó bien antes que yo: Ferrol necesita menos calles peatonales y más peatones.
jjburgoa@hotmail.com
 

FERROL. MENOS CALLES PEATONALES Y MÁS PEATONES

Te puede interesar