ELOGIO DE LA DUDA

Tengo que aceptar que tengo muchas dudas sobre lo que es y lo que debiera  ser. Me asombro cuando gente joven y no demasiado bien preparada se priva de ese margen de duda, ante los misterios de la vida, que nuestra propia capacidad para dominarla aconseja a los prudentes. Y me asombro más, cuando sobre el mismo tema el sabio, unas veces por viejo y otras por estudioso, duda, mientras que el petulante afirma y hasta se da el lujo de apostolar y tratar de convencer en su doctrina de la que está del todo seguro.
Comprendo que en el gran teatro del mundo, cada uno representa un papel y está obligado a actuar lo mejor posible. Pero, si es así, no se extrañen esos actores que lo único que hacen es representar un papel, que los tengamos por lo que son, meros actores repetidores de un guion previamente escrito por alguien quizás más capaz que ellos.
Estoy escribiendo y estoy pensando en las tertulias que un día sí y otro también se meten en nuestros hogares y tratan de cincelar nuestras mentes con argumentos que hoy sirven para defender una posición y mañana la contraria.
Estoy pensando en los artículos que escriben aquellos que, sabiendo a qué grupo pertenecen, ya sabemos que, y como van a defender su posición, la de su líder o la de su partido político.
Estoy pensando en aquellos que jamás, ante un razonamiento bien construido, son capaces de cambiar de opinión o al menos de dudar.
Pues yo tengo que confesar que tengo muchas dudas sobre algunos aspectos de la vida política y social que estamos viviendo. Con la absoluta seguridad de que estas dudas cuando se exponen son mal vistas por la mayoría, si no por la totalidad de la población, me voy a atrever a ponerlas sobre el papel.
Dudo de aquellos que asegurando que defienden la libertad del individuo, nos dicen una y otra vez lo que debemos hacer y cómo hacerlo. Dudo que los gobernantes sepan mejor que cada uno de nosotros como debemos gastar nuestros dineros.
Dudo que cuando una sociedad pasa por una crisis económica, sea aquella una familia, una empresa o una nación, la solución este en generar más ingresos y no en restringir los gastos.
Dudo, como decía Rousseau, que todo mal procede de la sociedad y todo bien del individuo, es probable que al igual que la sociedad no es de fiar, tampoco lo sea el individuo.  Dudo que la inmensa mayoría de los políticos acedan a la vida pública para servir a la sociedad, al pueblo y no que utilicen a este como instrumento para beneficiarse ellos.
Dudo de aquellos que reclaman derechos inalienables para ellos, cuando esos mismos derechos no los conceden a los demás, y hasta el mismo derecho de reclamarlos perjudica a un tercero.
Dudo de la veracidad de las palabras de aquellos que representan a grupos y que utilizan sus argumentos para convencer  a las gentes de que en las próximas elecciones ellos deben ser los más votados.
Dudo que ya no sea verdad aquello que decía Mateo de que “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos”.
Dudo de los que están cerca de los poderosos y recogen las migajas o más, de la mesa del señor. Dudo de los que siempre encuentran una explicación para justificar la promesa incumplida.
Dudo del que necesita más de dos camisas, del que no tiene enemigos y del que siempre aplaude. Dudo de los que olvidan el pasado para pensar tan solo en el futuro. Dudo de los que agradecen eternamente los favores que esperan recibir. Dudo del que no gana el pan con el sudor de su frente.
Y sobre todo dudo y siempre he dudado de los que no tienen dudas.
    josevrioseco@gmail.com

 

ELOGIO DE LA DUDA

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