Lotería, ciudadanía e ironía

Representando la lotería la dignidad de lo utópico, y siendo, como es, la única fortaleza del estado del bienestar capaz de remediar de modo cierto y solidario las necesidades de miles de conciudadanos, entiendo que debería entrar dentro de las exigencias nacionalistas, para que en el próximo sorteo a las nacionalidades históricas se le asignase, además de un premio gordo, un número más alto de los flacos, porque no es justo que ciudadanos que poseen un lengua común y unas comunes costumbres se vean tratados como seres sin identidad a la hora del reparto. 

Girando, para mayor escarnio y asco, su exquisita fortuna en el grosero bombo del común, desafecto que humilla lo delicado de su hado y persona al extremo de hacer de nuestra democracia un acto fallido, sin idea de solidaridad, atisbo de tolerancia, ni sensibilidad para la convivencia.   A fin de corregir ese desatino deberíamos, además, llenar los bombos con bolas de maderas autóctonas, marcadas en sus lenguas vernáculas y tatuar los décimos con las enseñas de sus naciones.  

Es imperativo dar justa satisfacción a sus inamovibles reivindicaciones con espíritu Iceta, olvidarnos de la vieja transición y entrar en una de pura transacción donde liquidar todo vestigio de abuso solidario, tentación tolerante y desatención igualitaria hacia esos territorios cuya naturaleza se expresa en el ser sensible de esas “bestias” del sentimentalismo patrio que tanto respeto nos merecen.

Lotería, ciudadanía e ironía

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