Gárgolas y serafines

De las comparecencias oficiales para dar razón de la Covid, me quedo con la onírica visión de un gótico pandemónium burocrático, infame construcción desde la que gobiernan nuestro destino con la indolencia propia de quienes tienen por suyo lo de todos. 

Sobre esa catedralicia construcción los padres de la patria amontonan sin conocimiento y por turnos de gobierno gárgolas de piedra y serafines disecados para los más diversos fines, pero con un denominador común, servirles más allá de la utilidad y leal mandato que a ellos se les encomienda. Rostros sin sombra que mostrar los días de mucha luz en la exigencia, para que rompa sobre ellos la rabia de los gobernados y se laven sus culpas de gobernantes. Hombres tallados por eficaces canteros y embalsamados por consumados taxidermistas que se colocan a dedo en los más altos espacios de esta sacrosanta edificación para liberar las malas aguas y ahuyentar los peores espíritus, porque las cloacas y los íncubos y súcubos del poder no se arrastran por alcantarillas o inframundos, sino que se exhiben descarados en aleros, cornisas, frisos y capiteles del engendro administrativo en la medida en que su utilidad es mostrarse para ocultar.

Nadie capaz de ganar el pan con el sudor de su frente debería pasar por la vergüenza de ese fin sin oficio que merma el erario y quiebra sus dignidades. Irse digo, sin temor a que los insulten quienes con sus nombramientos nos insultan a todos.

Gárgolas y serafines

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