Galgos y mastines

Loto, la galga, se apoderó en un descuido de una pata de cordero. Una vez cobrado el botín, lejos de devorarlo en la soledad de la cocina, pudo hacerlo, se presentó con él en el salón. Lucía en su cara, además de perplejidad, una sonrisa cómplice que invitaba a compartir. Lejos de animarla en esa generosidad, la obligamos a devolver la pieza a la par que le afeábamos la conducta, recordándole que no se coge nada sin permiso y menos algo que es de todos y para todos.
En estos días de vergonzosas cesiones y concesiones que han rodeado el proceso de investidura, la estampa de unos y otros con su trofeo en la boca, me ha evocado, salvando la nobleza, la imagen del noble animalito, muy especialmente a esos diputados unitarios que en algunos casos no tienen aún representación institucional en el territorio que representan. Los imagino con el suculento zancajo en la boca a las puertas de esas instituciones, invitando a compartir, y oyendo, a cambio, la merecida bronca de unos y las indolentes felicitaciones de otros. Y me pregunto si en un arranque de dignidad le rechazan el despojo, ¿qué hacen con él?, ¿convocan en la plaza pública a sus públicos electores y los invitan a extender manteles y descorchar botellas para su degustación? Recordemos que ellos, a diferencia de otros, no tienen aún palacete con nevera, caja fuerte y cantina donde amontonar el alimento de todos con el que cebar el egoísmo tribal de unos pocos.

Galgos y mastines

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