Calles

Las calles son por natural nuestras y en el nombre de ese poder las tomamos arrebatándoselas a aquellos que habitan los despachos de las instituciones y los escaños de los parlamentos.
A esos que presiden consejos de ministros, y a los que desde sus ministerios nos gobiernan. Le quitamos las calles a quienes ajenos a las calles circulan por alfombrados pasillos y salones.
Les expoliamos las calles a aquellos a quienes les dimos en la calle las llaves de los palacios en que dormitan las sedes de gobierno y sus moradores. Les hurtamos las calles a los que nos llevan de calle en calle gritando, la calle es nuestra.
Hacemos las calles para los que tienen por calles las de nuestras infinitas ganas de salir a robárselas y hacérselo saber con mucho ruido y grandes voces, única originalidad del hecho, ese esforzarse y forzarlo todo para que, por fuerza, no pase inadvertida la trasgresión. Para que esos que no pisan la calle no puedan dejar de levantar acta de lo sucedido y de la sustracción.
Salimos a la calle como si estuviésemos siempre dentro, olvidando que hacemos vida y muerte en la calle. Y que en la permanencia de estas somos, paso, pasar y pesar de toda dirección.
Tenemos razón y calle, pero qué razón y qué calle es esa que nos convierte en esclavos de una lucha en la que ganamos lo nuestro y perdemos lo suyo, el poder gobernar el destino de esas calles despechadas y secuestrada por la arrogancia de los despachos.

Calles

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