De Atila a Nietzsche

Quemar el resplandor de la hierba en el acero de su caballo, esa será su culpa el día mundial del pasto. 

Nos buscamos en los baúles de la historia para descubrir el origen de una enfermedad horrible, la cobardía existencial, es ella quien nos impele a la necesidad del culpable, chivo expiatorio a quien quemar en la última hoguera de vanidad, hoy, el movimiento Antifa, mañana, otro.  
La cuestión es buscar remediar los males de la humanidad por la vía del ajuste de cuentas, como todos, ajeno a la razón e injusto, pero capaz de imponer a fuerza de acero y fuego su verdad, la creación de un imperio bajo la suela de cualquier zapato, y para lograrlo, qué mejor que poner el contador de la historia a cero, para que no quepa otra realidad que la novedad de la vieja tiranía.

Debemos ser críticos con la historia, pero no salvajes, porque ella es memoria, y como toda guarda sombras y luces del humano quehacer. Revisarla a la baja en aquellos hechos que entrañaron injusticia supone un avance, ningún acto que vaya contra el hombre y su esencia debe ser celebrado, pero tampoco ignorado. Hemos de medirnos en él y en esa medida despertar a otra conciencia, esta sí, capaz de la novedad, porque no nos engañemos, no es Atila, son Hobbes, Rousseau, Nietzsche quienes prueban y ponen a prueba la desmedida ambición y el instinto de depredación que nos conduce a esa fatalidad que buscamos enjugar en el estúpido retorno al eterno culpable.

De Atila a Nietzsche

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