Recuerdos

Recuerdo como si fuese hoy los dibujos animados de mi niñez, muchos de ellos en blanco y negro y más tarde en el color que ofrecía un televisor Telefunken sin mando a distancia y con unas teclas que hacían eterno el cambio de canal. La verdad es que solo había dos y lo del zapping era una palabra desconocida entonces. Muchas tardes tengo pasado frente al televisor después de hacer los deberes y merendando un bocadillo de lo que fuese, de lo que fuese o de lo que hubiese. Las aventuras de la “Hormiga atómica”, “Los autos locos”, “Los Picapiedra” o “Popeye el marino” hacían las delicias de los que éramos niños en esa época y que nos volvíamos locos de emoción cada vez que salía la imagen de “Super Ratón” con su clásico “No se vayan todavía, aún hay más” cuando pensábamos que se acababan las historias animadas. Entre ellas, era un clásico el mensaje que se autodestruía en unos pocos segundos y que casi siempre estallaba en la cara de uno de los personajes.

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